Las calles no tienen gente, las fábricas y oficinas están cerradas, el metro y los autobuses se encuentran vacíos o fuera de servicio. Estas son escenas que, de no ser porque las hemos vivido durante las últimas dos semanas, hubieran sido inimaginables Sin embargo, para la mayoría de los países, esta represión severa de la sociedad ha sido la única forma de frenar la propagación del coronavirus.
¿Qué pasará después? La liberación acelerada de los bloqueos podría desencadenar una ola similar a la que se vivió con la gripe española de 1918-20, donde murieron más personas que en el brote inicial cuándo las personas infectadas volvieron a los espacios públicos. La segunda opción sería mantener bloqueos draconianos hasta la creación de una vacuna que erradique el virus. No obstante, eso podría llevar meses y un costo considerable en la economía y la salud mental de una sociedad ya de por sí debilitada.
Eso deja una tercera y última opción: bio-vigilancia. Es la única forma de liberar restricciones a mediano plazo, pero para realmente detener el contagio, el gobierno debe de asegurarse de que aquellos sospechosos de ser portadores o quienes hayan tenido un resultado positivo en la prueba, se mantengan aislados. Hacer esto requiere una vigilancia digital de la población a una escala global nunca antes vista en países democráticos.
Démosle la bienvenida al dilema del COVID-19: Quienes toman decisiones pueden elegir dos de las tres opciones mencionadas anteriormente: deberán optar por limitar las muertes, levantar gradualmente los bloqueos o mantener las libertades civiles. No pueden tenerlo todo. Los países de todo el mundo ya han comenzado a enfrentarse a este dilema y las decisiones futuras definirán el papel del Estado en la sociedad. La bio-vigilancia parece ser la menos costosa para la sociedad a corto plazo, pero podría tener implicaciones masivas en el futuro.
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Hay un sinfín de maneras de rastrear a una persona. En la menos intrusiva, los países ven la información masiva de la población utilizando los datos de los teléfonos móviles y las imágenes de los circuitos cerrados de televisión (CCTV). Sin embargo, es fácil extender esto a movimientos individuales. A medida que las pruebas del coronavirus se vuelven más baratas y generalizadas, los gobiernos pueden aprender más sobre quién está infectado y su proximidad con otros antes de las pruebas. Luego, pueden usar datos telefónicos más detallados (el teléfono móvil promedio tiene 14 sensores: micrófono, cámara, acelerómetro, etc), imágenes CCTV, puntos de control de temperatura, datos de tarjetas de crédito, registros de comercio electrónico, uso de redes sociales, reservaciones de aerolíneas e incluso reconocimiento facial.
Es concebible que cualquier bio-vigilancia sobreviva al coronavirus. Cualquier decisión que tomen los gobiernos hoy, sentará un precedente no sólo para futuras pandemias, sino también para la vida futura.
POR LOUISE IRELAND
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