La aparición del SARS-CoV-2 es, sin duda, la mayor crisis de salud pública que ha enfrentado la humanidad en el presente milenio. Además de controlar la pandemia del coronavirus, la autoridad debe actuar de inmediato para contener otras dos epidemias de rápida propagación: la desconfianza y el miedo. De manera similar al efecto que tiene una mayor desconfianza de la población en las instituciones policiales sobre el aumento en el temor al delito, en la medida en que aumenta la desconfianza de las personas hacia la autoridad, disminuye la percepción de control que tienen sobre la situación de emergencia sanitaria.
La incompetencia comunicacional de la autoridad puede provocar una percepción social de pánico, o bien apatía y excesiva tolerancia, que afecten la eficacia de los protocolos sanitarios y las medidas de contención. Además, la gestión de riesgo es tan compleja como diversa es, socio-económica y culturalmente, la población. Esto quiere decir que dependiendo de la situación y posición social de las personas varía su percepción, de ahí la importancia de que tanto la comunicación como los protocolos de protección sean accesibles y respondan a las necesidades de cada sector poblacional.
Si bien los primeros datos que se están obteniendo sobre el patógeno confirman que la población más susceptible de desarrollar cuadros graves se concentra en mayores de 60 años, de acuerdo con una encuesta levantada en Argentina, la percepción de riesgo entre la población disminuye conforme desciende la edad, lo que puede obstruir los esfuerzos para contener su propagación, si este grupo de edad desestima las medidas de prevención de la autoridad.
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Recientemente, los Centros para el Control de Enfermedades en EU hallaron evidencia de que el grupo entre 20 y 44 años es el más propenso al contagio, y una quinta parte de éste requirió hospitalización. Por otro lado, la incapacidad gubernamental para gestionar la percepción social de peligro también es un factor que provoca la estigmatización de pacientes y personal médico, así como reacciones de autoprotección excesivas. Los reportes de agresiones contra personal médico, hospitales y ambulancias indican que hay quienes perciben menor control de la situación que enfrentan y, por lo tanto, mayor sensación de vulnerabilidad frente a la amenaza.
Esta percepción se agrava ante las denuncias de escasez de equipo de protección y el aumento de contagios entre personal médico, denunciado en Tijuana. Es un grave error del gobierno desproteger a los médicos, pues esto contribuye a debilitar la confianza ciudadana en la gestión del riesgo por parte de la autoridad. A medida que aumenten los contagios y defunciones, una parte considerable de la sociedad dejará de percibir la pandemia como amenaza potencial y la tomará como real. La propagación del miedo no sólo minará la legitimidad de la autoridad; al mismo tiempo será factor en la gestación de escenarios de anomia social que dificultarían, aún más, el combate de la epidemia y la recuperación sanitaria, económica y moral del país.
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POR ASAEL NUCHE
@ETELLEKT_
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