Hace pocos días se cumplió un mes de la multitudinaria movilización en las calles y del paro de labores protagonizado por las mexicanas. Fueron eventos históricos que lograron poner la lucha contra la violencia de género y por los derechos de las mujeres en el primer lugar de la agenda nacional.
Poco después llegó la emergencia por el COVID-19 y parecería que aquella batalla pasó a segundo plano. No es así. De hecho, el coronavirus sólo ha visibilizado y exacerbado las desigualdades estructurales que viven millones de mujeres, por lo cual las luchas de marzo son hoy más vigentes que nunca. Menciono ejemplos.
La principal medida para evitar la propagación del contagio es quedarse en casa. Pues bien, de acuerdo con el secretario general de la ONU, se ha registrado un “repunte global de la violencia doméstica” desde que inició la pandemia. Esto es obvio: en hogares donde hay violencia familiar o de género, la convivencia permanente entre víctimas y victimario incrementa los abusos contra mujeres, algo de lo que no se habla mucho y que millones de mexicanas sufren en silencio.
En términos económicos también hay injusticias, porque si bien estadísticamente el virus infecta más a los hombres (58% en México), no obstante, empobrece más a las mujeres. En EU, por ejemplo, 60% de los empleos perdidos, entre febrero y marzo pertenecían a mujeres, y aquellas empresas que decidan recortar salarios afectarán más el ingreso de su personal femenino, debido a las disparidades salariales.
Sólo 1 de cada 3 empresas es propiedad de mujeres (Banco Mundial), y la mayoría de las mujeres con actividades económicas está en la informalidad. Esto quiere decir que la mayor parte de los paquetes de ayuda económica que se han propuesto en el mundo (como los estímulos fiscales) en la realidad beneficiarán menos a las mujeres. Urge pensar las estrategias de alivio económico con perspectiva de género.
Otro ejemplo: las mujeres realizan 70% del trabajo de enfermería y cuidado social (OMS, 2019), pero al mismo tiempo son quienes menos ingresos perciben en el sector salud. Este es uno de los grupos sociales que está en primera línea contra el COVID-19, pero también es uno de los más expuestos (junto con sus familias) y olvidados por el presupuesto.
Estos son sólo algunos ejemplos, entre muchos, que revelan con crudeza que la lucha de las mexicanas por la igualdad y contra la violencia no quedó suspendida por la pandemia: al contrario, es justo en esta crisis cuando deben redoblarse esfuerzos, pero ahora desde el espacio doméstico.
Las medidas de distanciamiento social impiden, momentáneamente, las movilizaciones, y en gran medida también dificultan el avance en el ámbito legislativo; pero debemos mantener este debate vivo en los medios de comunicación, en las redes sociales, en la divulgación especializada, en todas las plataformas posibles. La cuarentena voluntaria no significa una mudez autoimpuesta. El 8 y 9 de marzo fueron un punto de inflexión, de dimensión histórica; por responsabilidad, por el futuro de nuestras hijas, no permitamos que esa flama se apague: hoy necesitamos que brille como nunca.
POR CLAUDIA RUIZ MASSIEU
SENADORA DE LA REPÚBLICA POR EL PRI
@RUIZMASSIEU
eadp
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