Después de la tormenta

Por el bien de todos salvemos a las empresas medianas y pequeñas, a sus trabajadores

La tormenta sanitaria no termina y no alcanzamos a ver la luz al final del túnel. Mientras no se encuentre un medicamento eficaz y seguro capaz de mitigar los efectos del virus, o una vacuna lo suficientemente efectiva para disminuir el número de casos en el mundo, no habrá manera de regresar a la normalidad previa al estallido se la epidemia. Y es que retornar a las calles después de aplanar la curva de contagios, no asegura que ésta no vuelva a repuntar sin tener que regresar a medidas de aislamiento y de emergencia sanitaria.

El problema de la presión económica obliga a los gobiernos a endeudarse, prácticamente, sin limite alguno para evitar el colapso de su aparato colectivo. Trasladar de manera efectiva recursos desde el gobierno a la sociedad se vuelve una prioridad que hay que instrumentar a la mayor velocidad posible. Las pequeñas y medianas empresas, cuya capacidad de resistencia es limitada, requieren de manera urgente incentivos fiscales y líneas de apoyo financiero para evitar su desaparición inmediata.

Por supuesto que el compromiso entre mantener los empleos y recibir la ayuda debe estar estrechamente vinculado; sin embargo, de la prontitud con la que estos apoyos se entreguen depende la vida de estas empresas y la viabilidad de los empleos que sostienen a millones de personas. El endeudamiento será generalizado y habrá que pagarlo con mayores impuestos durante muchos años. Pero no hay otra salida, e incluso este planteamiento, compartido por los economistas más agresivos, probablemente no será suficiente para contener la catástrofe económica que enfrentamos.

Pero al igual que los altos costos sanitarios que estamos pagando por actuar tarde en la contención del coronavirus, lo mismo pagaremos en lo económico por una acción tardía de apoyo masivo a las empresas. La desaparición de miles y miles de éstas es un fenómeno difícilmente reversible.

Una vez desaparecida la empresa, sus trabajadores se irán a la informalidad y el dueño del negocio también. Reintegrar a la formalidad a esta unidad productiva implica una inversión económica y social que tardará mucho tiempo en recuperarse.

Es lo que se llama “destrucción del aparato productivo” y que en los países europeos se está tratando de evitar a cualquier costo. Si después de la tormenta nos encontramos con que una buena parte de la cadena de producción y distribución ha desaparecido, estaríamos ante un retroceso que implicaría, no sólo el crecimiento de la economía informal, sino de la pobreza en todos sus niveles y expresiones. Por el bien de todos salvemos a las empresas medianas y pequeñas, a sus trabajadores y a la posibilidad de encontrar algo vivo después de la tormenta.

[nota_relacionada id=973377]

POR EZRA SHABOT

EZSHABOT@YAHOO.COM.MX 

@EZSHABOT

eadp

Aquí puedes escuchar nuestro podcast del coronavirus: