En medio de la emergencia y lo urgente, el Presidente saca de la chistera distractores. En plena contingencia, busca desviar la atención con grilla y politiquería. Cuando la situación inédita por COVID-19 requiere respuestas y cohesión, el Presidente habla de elecciones y divide. Cuando se necesita la energía de gobierno concentrada en enfrentar al virus y sus efectos –en la salud y lo económico-, desde el poder presidencial se anima la contienda electoral.
“¿Qué les ofrezco a los conservadores, con todo respeto, para que sea el pueblo de manera pacífica el que decida? Les ofrezco adelantar la fecha, que la revocación de mandato no sea hasta 2022, que la hagamos aprovechando que van a haber las elecciones, el mismo día (…): ‘Quiere que continúe el presidente o que renuncie’”, dijo en la mañanera.
Si la realidad va por un camino distinto al deseo presidencial, peor para la realidad. Las prioridades de López Obrador, están en otro lado. Mientras se acumulan los casos, las fallas en el sector salud quedan expuestas y los reclamos de personal médico por el déficit en los insumos crecen a medida que avanza la pandemia, al Presidente le preocupan otras cosas. Ayer dijo que si le respondían ese mismo día sus adversarios, mandaría la iniciativa de reforma mañana (hoy).
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“Y podemos hacer el cambio a la Constitución, yo envío, si me responden hoy (ayer), mañana (hoy) la iniciativa de reforma constitucional (…). Esto ayudaría mucho para que se aminorara el ansia (…)”, agregó. Las prioridades están desconectadas de la realidad.
Desde marzo del año pasado, cuando la nerviosa oposición se oponía a la revocación, alegando un intento de AMLO de reelegirse, acá dijimos que, empujando la revocación, el Presidente no hacía más que cumplir a quienes votaron por él. Que se someta a la calificación de los ciudadanos y sean ellos quienes decidan si se va o se queda, fue una de sus principales propuestas de campaña.
Lo que en aquel momento ocurrió es que la oposición trató de detenerlo más con miedo que con ideas, descalificando un mecanismo de democracia directa. Total, que la decisión quedó aprobada y escrita: será en 2022. Volver al tema en plena emergencia, lo que exhibe es temor de quien está al frente de las decisiones. Un jefe de Estado debería estar llamando a la unidad, no a la división; al trabajo conjunto, no a la polarización; a la batalla contra un virus, no a la guerra electoral.
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El momento que vivimos definirá el legado de López Obrador y su 4T. Sabemos que el Presidente se siente más cómodo en la arena electoral que gobernando, y que encuentra su fortaleza en el contacto con la gente, pero no parece ser el momento de anteponer la grilla, sino las decisiones de Estado. Las frases pegajosas y los ataques no encontrarán tierra fértil en una situación donde la prioridad que dicta la realidad pasa por la salud y economía de los mexicanos, no la politiquería electorera.
POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
M.LOPEZSANMARTIN@GMAIL.COM
@MLOPEZSANMARTIN
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