Los efectos de la pandemia

Opositores que se frotan las manos para que reine el caos. Un presidente que tardó más de lo recomendado por expertos en tomar en serio la emergencia sanitaria global. Técnicos que hacen lo que pueden con lo que tienen, y requieren más apoyo y unidad, y menos golpeteo, manipulación y fake news. Y un sexenio frente a una encrucijada que lo obliga a redefinir alcances, identidad y prioridades. Son tiempos de pandemia.

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Primer acto. Torpedear por torpedear. Golpear para reventar. Atacar para confundir. Pegar para deslegitimar recomendaciones sanitarias. Acusar sin más intención que enredar y ganar a río revuelto. Irresponsable, y hasta perverso, el actuar de opositores al gobierno del presidente López Obrador que han encontrado en la emergencia por COVID-19 tierra fértil para sembrar división, encono e intentar debilitar a la autoridad, cuando lo que se necesita es fortalecerla con unidad para enfrentar al enemigo común, el virus.

Disfrazan su crítica de interés nacional. En realidad, la coyuntura les dio algo que en año y tres meses les fue imposible construir, un embate. Se visten de “expertos”, saben más que los científicos, se convirtieron en epidemiólogos. Aseguran con más deseo que argumentos, que hay subregistro de casos, manipulación de cifras -como si el sistema en conjunto complotara-, que las decisiones son desatinadas, y los especialistas no lo son.

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Segundo acto. Hasta el viernes por la noche el presidente se tomó en serio la emergencia. Durante semanas desestimó la opinión de expertos y minimizó recomendaciones. Ese día, a través de un video, con gráfica en mano, urgió a los mexicanos a quedarse en casa para evitar que el número de contagios se dispare.

“Tenemos que estar en nuestras casas, guardar la sana distancia (…) si no nos cuidamos o nos retiramos a nuestras casas, se nos van a disparar los casos de infección y se nos van a saturar los hospitales, no nos van a alcanzar las camas”.

El presidente hablando, ahora sí, como Jefe de Estado. Pidió salir a la calle solo para lo esencial, acudir al médico únicamente en casos de urgencia y apeló a la “solidaridad”. Bien. Al otro día, el subsecretario de Salud Hugo López-Gatell fue más que claro: “quédate en casa, quédate en casa, ¡quédate en casa! (…) es nuestra última oportunidad”, dijo a los ciudadanos.

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Tercer acto. Mientras AMLO pedía solidaridad, el SAT exigía pagar impuestos y hacerlo pronto. Nada de apoyos, mucho menos condonaciones o plazos extendidos. Si en otros países los gobiernos rescatan a sus trabajadores a través de incentivos fiscales, pago de servicios o programas de ayuda a empresarios de todos tamaños, acá la realidad dicta otra cosa.

La pandemia y sus efectos forzaron al presidente –como al mundo entero- a redefinir prioridades. Su legado ya no será el que desearía. La crisis marcará este sexenio. De eso no puede rehuir. Pero sí puede definir cómo la encara. Ahí estará su herencia. No hay tiempo que perder. Ni la salud ni la economía esperan. López Obrador necesita ser creativo, sensible, escuchar más que hablar y ejecutar rápido. Deberá realinear objetivos y recalcular si todos sus “proyectos prioritarios” lo siguen siendo. Fácil, no será. [nota_relacionada id=940431 ]

POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
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@MLOPEZSANMARTIN

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