Una de las principales ventajas de una situación de crisis como la que estamos viviendo es que deja ver quienes somos como individuos y como humanidad. También a los líderes.
La muerte es fría porque pone frente a nuestros ojos la realidad del ser humano y lo natural es no querer morir. Aceptémoslo, los humanos hemos luchado desde nuestro origen por cambiar la realidad y huir de lo que no nos gusta, por tanto, estamos huyendo del COVID-19 sin pensar que podríamos correr hacia otro precipicio.
En una situación de crisis la constante es que la información se actualiza o cambia. Eso no debe ser freno para actuar, pero al mismo tiempo eleva la posibilidad del error, exacerba las emociones y es ahí cuando se asoma el peor riesgo: decidir en función de lo que me hace sentir una situación en ese momento y con ello, priorizar mi interés personal sobre el general.
El liderazgo no esta circunscrito a la figura presidencial. Aún así, estamos muy ocupados en que el Presidente López Obrador se equivoque. Ya nos lo dirá el tiempo. De hacerlo, nos habremos equivocado primero nosotros al haberlo electo, además, por una gran mayoría.
En esta ardua tarea de buscar el error, estamos perdiendo de vista lo que como el COVID-19, inevitablemente llegó: una crisis económica de dimensiones globales con lupa en México.
Echemos un vistazo al pasado. La pandemia AH1N1 se dio tras la crisis económica 2008. El PIB real cayó 1,6% en el cuarto trimestre de 2008 y se derrumbó 8,2% en el primero de 2009, en buena medida por efecto de la recesión de EE. UU. que causó una caída de 29 % de las exportaciones manufactureras. Tras ese golpe la crisis sanitaria no tuvo mayor efecto sobre el tipo de cambio y el IPC de la BMV incluso creció.
El gasto interno se deterioró por las caídas del empleo, del poder adquisitivo del salario, del crédito al consumo, y de las remesas de trabajadores en el exterior (en el primer trimestre de 2009 éstas cayeron casi 5%).
En este último dato uno de los principales riesgos del momento. Los reyes del mundo son el consumo y el consumidor. Por tanto, hay tres cosas sobre las que debemos empezar a hablar:
Primero, antes una devaluación del peso también implicaba ser más baratos frente al mundo y por tanto más competitivos. Hoy significa que perdimos valor o que no valíamos lo que creíamos.
Segundo, hoy tenemos una mayor vinculación con el exterior. Han aumentado las exportaciones, incluidas las petroleras, en 2009 las remesas tuvieron variaciones no vinculadas con el periodo de mayor impacto de la pandemia. En 2020 las cosas serán muy distintas, la lógica dice que los paisanos en EE. UU. no tendrán mucho que mandar.
Tercero, estar en pausa como estamos en México se puede traducir en una economía de mera subsistencia.
Durante meses en México pregonamos a la incertidumbre. Ahora si, démosle la bienvenida. En tus decisiones de consumo y gasto piensa que la economía es un círculo, le consumes a otro, pero al dar la vuelta, también lo haces por ti. Virus no es muerte.
Por Óscar Sandoval
dzd