Covid-19: El falso dilema

Estamos en una falsa disyuntiva, alimentada por desinformación, pánico colectivo y una buena dosis de sicosis: Covid-19 es igual a muerte; quedarse en casa es igual a estar sano. Ni una ni otra es verdad. Lo que es un hecho es que, bajo esas tramposas premisas, no solo el virus podría matar –como matan diario enfermedades a miles de personas -, sino la economía estará en severos problemas, entrando a una espiral de no retorno donde el contagio en empresas, familias y finanzas personales sería irreversible y devastador.

Si no nos mata el virus, será el hambre.

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“La imaginación es la mitad de la enfermedad; la calma es la mitad del remedio y la paciencia es el comienzo de la cura”, Ibn Sina.
El panorama lo sabemos todos. Las calles vacías, todo cerrado. El miedo se ha apoderado de la toma de decisión. Se alimenta de rumores, incertidumbre y fake news. Y va ganando la batalla.


¿Sabemos que el Covid-19 es muy contagioso? Sí. ¿Que la enorme mayoría que lo tiene no presenta síntomas? También. ¿Eso lo vuelve más contagioso? Claro. ¿La mayor parte de los casos, aquellas personas que no tenían padecimientos severos de salud, se recuperan? Cierto. ¿En algunos pocos casos se desarrolla una neumonía que afecta más a ancianos y personas con aflicciones previas? Verdad. Sabemos que, aunque se contagia entre todos los rangos de edad, daña menos a niños y jóvenes fuertes. No es un virus, pues, de alta letalidad.

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Se ha insistido en que la tasa de mortalidad ronda el 4% de los casos. El dato es parcial. Sí, es del 4% de los casos detectados, sin embargo, es mucho menor, pues los especialistas coinciden en que una gran proporción de quienes tienen Covid-19 no lo saben. Así que, si bien la portan, se recuperan y no forman parte de la estadística.


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La tramposa ecuación en la que nos encontramos, se sustenta en que contraer el virus es casi igual a firmar una sentencia de muerte. Virus, no es igual a muerte. Lo que sí se avecina, de mantener paralizadas las actividades y cerrar comercios, negocios y pararlo todo, es una catástrofe económica.


La decisión de los gobiernos de suspender drásticamente la actividad, de frenar la marcha de un país y mandar a los trabajadores a sus casas no producirá más resultado que crisis y desesperación.


En México, la mayoría no vive de un sueldo, sus ahorros o del gobierno; vive al día. Si deja de generar ingresos no tendrá qué comer. También se las verán negras quienes aguanten la cuarentena y regresen a empresas que ya no existen.


Paralizar significa hambre y, por tanto, dentro de poco, caos. Urge ver el bosque completo; recapacitar y analizar opciones. Rendirnos ante el pánico, traerá mayor crisis, más daño que la propia enfermedad.

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Calma para enfrentar el riesgo. Paciencia para transitar por el camino desconocido. Pararlo todo no es actuar con inteligencia.

Claro, hay que cuidar la salud. Reducir al mínimo el contacto directo y evitar el contagio dentro de lo razonable; cuidar a los ancianos y enfermos; lavar manos con agua y jabón; pero la vida no puede detenerse porque el daño será mayor hoy, y lo resentiremos mañana. Estamos frente a un tsunami de destrucción aun incalculable.

La esencia de este texto son las palabras y visión que el presidente de Grupo Salinas, Ricardo Salinas Pliego, compartió ayer a los directivos de sus empresas

POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
M.LOPEZSANMARTIN@GMAIL.COM
@MLOPEZSANMARTIN

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