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Antifeminismo obradorista

OPINIÓN

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El 9 de marzo de 2020 miles de mujeres desaparecieron de las calles, del transporte, de las oficinas, escuelas y universidades. El paro femenino tuvo un motivo: hacer visible y demandar una solución a la violencia de género que padecen día con día. Una violencia que las golpea generación tras generación, negándoles la igualdad frente a los hombres. Fue el comienzo de un movimiento que busca cambiar la condición de las mujeres ante una sociedad profundamente patriarcal. No es una demanda que pueda blandir cómodamente ningún partido y es incómoda en su propia esencia para la autoridad sustentada en el acceso desigual de hombres y mujeres al poder, que ha gobernado con sesgo machista y discriminatorio, que responde a la demanda de justicia con la revictimización y es indiferente a la protección de las víctimas; que manipula cifras de feminicidios porque son un arma política, y actúa de manera negligente, con omisiones institucionales.

Ante la movilización feminista, el Presidente se mostró incómodo, desde su desatino de pretender iniciar la rifa del avión presidencial en la misma fecha de “Un día sin nosotras”. Pasada la marcha del Día de la Mujer, advirtió que el movimiento está infiltrado por sus opositores con el objetivo de provocarle un golpe de Estado. Cuando se le preguntó si se consideraba feminista, respondió ser “humanista”, aunque sus posturas sean más bien afines con el humanismo cristiano enarbolado por ex mandatarios de derecha en México y el mundo para prohibir el derecho de las mujeres a decidir sobre la interrupción voluntaria del embarazo. En el plano ideológico e histórico, AMLO se ubica cada vez más lejos de Benito Juárez y más cerca de Vicente Fox, otro ex presidente autoproclamado humanista y enemigo del aborto.

En su enredo sobre el conservadurismo, al que pertenecen todos los que critican a su gobierno, la perorata de López Obrador recuerda a la del ex presidente López Portillo, quien ante la caída de los precios del petróleo, en una circunstancia muy similar a la actual, pronunció que “habían personas que estaban atentando contra la economía mexicana”. Ese dramatismo López-Portillista lo llevó incluso a poner su renuncia sobre la mesa y ofrecer la revocación de su mandato, cuando el tema ni siquiera estaba en la agenda, retando al conservadurismo, disfrazado de feminista, a doblegarlo. Después del paro, manifestó que su obligación es garantizar el derecho a disentir, pero también expuso por enésima vez sus “otros datos” sobre la baja de homicidios y delitos en el país; es decir, para él no hay motivos por los cuales protestar, por consiguiente, quienes lo hacen, es por mera “politiquería”. Minimizó al feminismo y lo visualizó como una campaña que era necesario desenmascarar, pero erró en su lectura, pues antepuso su investidura, que padece ya el desgaste de la sobreexposición mañanera, y terminó arrollado por una ola púrpura. Sin embargo, contrario a lo que él piensa, no hay vencedores, porque lamentablemente tampoco existe un solo partido o liderazgo de oposición que pueda presumir haber sido aliado del feminismo.

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POR ASAEL NUCHE
DIRECTOR DE RIESGOS DE ETELLEKT
@ETELLEKT_

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