Los últimos presidentes mexicanos han padecido dos males definitivos: aislamiento de su entorno y ocultamiento o manipulación de información por parte de sus hombres de mayor confianza. Al final, como si se tratara de un virus letal, ambas condiciones terminaron por descarrilar y hacer sucumbir a distintos mandatarios y sus proyectos de nación.
A Enrique Peña lo mantuvieron aislado Aurelio Nuño y Luis Videgaray, informándole sólo lo que deseaban que supiera, fomentando su desdén por la realidad. Carlos Salinas vivió la ilusión de convertirse en el héroe que llevara a México al primer mundo, y no le informaron o desoyó las alertas que anticipaban el levantamiento armado del 1 de enero de 94.
Ernesto Zedillo, investido como presidente electo, no fue informado por Salinas, presidente en funciones, del delicado estado de las finanzas hacia finales de 1994, y menos de que se le venía encima una devaluación. A Vicente Fox, Martita Sahagún se encargó de mantenerlo con los pies levitando sobre la realidad, en tanto que Felipe Calderón se encerró seis años en el cuartel en el que convirtió su oficina en Los Pinos para escuchar el soliloquio de la guerra contra los cárteles del narcotráfico.
Hace unos días, ante dos preguntas, el Presidente respondió que no estaba informado. La primera, cuando le dijo a Denise Dresser que desconocía una reforma cocinada en la Fiscalía General para atacar la libertad de los periodistas. Días después, una reportera le preguntó sobre la boda del hijo del Chapo Guzmán, el sábado en la catedral de Culiacán, adonde llegaron los hijos, los familiares y amigos del narcotraficante en automóviles último modelo y camionetas con hombres armados. El Presidente respondió que no estaba informado.
El último incendio en Twitter estaba relacionado hace unas horas con una propuesta del fiscal general para desaparecer el delito de feminicidio. ¿Estaba el Presidente enterado de esto y de sus implicaciones? ¿O volverá a intervenir para frenar otra iniciativa mal planeada de su partido o del gobierno?
Me pregunto si a casi una semana de la boda de la hija del Chapo en la catedral de Culiacán, al Presidente ya le habrán entregado un informe que justifique la inacción del Estado en contra de los miembros de la familia Guzmán involucrados en el crimen organizado. O si acaso, como sucedió con la liberación de Ovidio, se abrirá en cascada un mar de información, y, al mismo tiempo, se evadirá explicar la verdad sobre lo sucedido.
AMLO tiene una ventaja que no han tenido otros presidentes: está en la calle, cerca de los ciudadanos. En sentido opuesto, entre el caótico intento por echar a andar el gobierno y el clima de disputa en Morena, cada vez se hacen más frecuentes los errores, la falta de información y la deficiente planeación de las propuestas destinadas a darle sentido a ese gato elusivo que es el proyecto de nación de todo gobierno.
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POR WILBERT TORRE
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