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Otra oportunidad

Es un grito desde un dolor profundo y permanente que nos debiera motivar a la acción, estemos donde estemos. Es un reclamo desde la rabia e impotencia

OPINIÓN

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Sospecho que será desperdiciada por el poder; es más, todo parece indicar que se empeñarán en la polarización, que intentarán manipularla para ahondar la división. Pero de que representa una oportunidad para todos, no hay duda. La crudeza y persistencia del feminicidio y la constante visibilización del sinfín de espacios de violencia de género en muchos ámbitos de la sociedad, aún si muchos permanecen invisibles, han generado un impulso que se distingue por su impaciencia y contundencia, y que no debemos desaprovechar. Desde el año pasado, ante las protestas contra el feminicidio, el gobierno ha optado por una mezcla de desdén y resistencia. Culpar al neoliberalismo (que supuestamente ya no existe) es a la vez evasivo y trágico, porque condena cualquier posibilidad de respuesta unificadora desde el aparato estatal. Pero no se han detenido ahí. Se vislumbra ya el intento por encajonar al movimiento feminista, a las víctimas y sus aliados como enemigos de la “4T”; una mezcla de adversarios del gobierno, provocadores y oportunistas.

Aunque será difícil, es urgente ignorar esta provocación. El llamado de las mujeres para construir una respuesta colectiva a la violencia de todos los días en su contra trasciende la posición inmediata que ocupamos en la organización social. No es sólo una queja contra el gobierno actual, que lo es. Ni un reclamo contra las insuficiencias de gobiernos anteriores, que también lo es. Es un grito desde un dolor profundo y permanente que nos debiera motivar a la acción, estemos donde estemos. Es un reclamo desde la rabia e impotencia que viven todos los días quienes hoy protestan, pero también quienes en silencio viven la angustia y desesperanza de cientos de desigualdades que se acumulan en su contra. Y es, sobre todo, un llamado a la reflexión, a la unidad y a la acción. Es una oportunidad.

Primero que nada, a asumir responsabilidad. No a reaccionar desde la defensa, la culpa o la indiferencia. Sino a empezar por cuestionarnos, particularmente los hombres, nuestra ventaja y comodidad, así como el rol limitante de una sola masculinidad aceptada. Como un mínimo, exploremos con honestidad las formas en que damos por hecho cómo se deben organizar las familias. Cómo esto normalmente se asume, no se decide. Cómo los entornos laborales, las políticas públicas, las decisiones de los juzgados de lo familiar, y un sinnúmero de estructuras sociales y políticas, sistemáticamente reproducen y perpetúan desigualdades. Cómo en el fondo de todo esto está una discriminación que es tan profunda que es difícil verla, pero que opera con tal eficacia que se refleja incluso en las narrativas de los criminales.

Para hacer productiva esta reflexión, requerimos además de humildad; de una mirada genuinamente humana, consciente de los privilegios que nos arropan, y dispuesta a aprender y actuar frente a los retos que enfrentamos. No perdamos esta oportunidad. Más que ubicarnos en la polarización, hagamos eco al llamado de las mujeres para cuestionarnos y cambiar. Hablemos, escuchemos, y tomemos nuestra parte para empezar a dar vuelta a la página de la violencia.

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POR ALEJANDRO POIRÉ

DECANO ESCUELA DE CIENCIAS SOCIALES Y GOBIERNO TECNOLÓGICO DE MONTERREY

@ALEJANDROPOIRE

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