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Gemelos distantes

México y Estados Unidos son los dos países más integrados del mundo, sin embargo, México y el Perú son los dos países americanos con más parecido.

OPINIÓN

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Esta columna se llama "El Norteamericanista" porque generalmente trata temas ligados con nuestra región de América del Norte. Se habla de México como país latinoamericano, pero en términos de lazos económicos y sociales, los países al sur de nosotros son irrelevantes para el nuestro.

Mientras que 37 millones de mexicanos y mexicoamericanos viven en EU, por ejemplo, nuestras comunidades en otros países de habla hispana son mínimas; México tiene más comercio con Texas que todo lo que comercia el resto de América Latina, en su conjunto, con el mundo entero.

Tenemos la frontera más legalmente cruzada del mundo y nuestros lazos intergubernamentales se llevan a cabo en todos los niveles, todo el tiempo. Simplemente no hay relación que se asemeje a las cifras de intercambio que compartimos los mexicanos con los estadounidenses.

Sin embargo, no deja de ser auténticamente asombroso el parecido que tiene nuestro país con el sur. Compartimos cosas positivas como un idioma universal (el tercero más importante del mundo), pero también negativas, como el subdesarrollo. Hay idiosincrasias que nos unen a todos los latinoamericanos, por lo que nuestros gobiernos son generalmente corruptos, además de ineptos, y nuestros sistemas de justicia por demás deficientes. Esto es cierto desde el río Bravo hasta la Patagonia (11,000 km); desde Santo Domingo, en el Atlántico, hasta Tijuana, en el Pacífico (a 5,000 km de distancia).

Pero el caso del Perú y México es particularmente increíble: Pizarro y Cortés; Inca y Azteca. Dos imperios que no fueron colonias, sino virreinatos. El mestizaje, producto del encuentro del imperio español con los dos imperios americanos, crea un notable parecido físico y una gran semejanza en la ambigüedad respecto a nuestro pasado.

Somos única y exclusivamente producto de la mezcla, pero insistimos en menospreciar, en nuestra narrativa, lo español, y en los hechos, lo indígena. Nuestra historia es un autodesprecio esquizofrénico, lo cual nos hace un daño constante e incalculable.

Ninguno de nuestros dos países ha logrado cumplir su potencial. No es por culpa de los estadounidenses. Si fuera así, Perú habría triunfado. No es culpa de los chilenos, si no México estaría en la gloria. Si ampliamos la mirada, tampoco es particular a una condena nacida de la mezcla entre lo indígena y lo español. Si no, países como Brasil, Argentina, Uruguay serían paraísos en comparación.

No. Hay algo más. Los budistas le llamarían karma colectivo. Los protestantes, el yugo de la Iglesia católica. Sea lo que fuere, el no estudiar, entender y aprender de nuestros problemas compartidos es un grave error. Saber por qué dos países tan lejanos (hay ocho naciones y 4,200 km entre nuestras capitales) padecen los mismos males sociales y económicos, sin duda nos ayudaría a dejar atrás el subdesarrollo que tanto decimos que queremos rebasar.

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POR AGUSTÍN BARRIOS GÓMEZ
*PRESIDENTE DE LA FUNDACIÓN IMAGEN DE MÉXICO Y CONDUCTOR DE ADN40 NEWS
@AGUSTINBARRIOSG

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