Libres o iguales

El deseo de un patrimonio, tangible o intangible, debe ser elección de cada uno de los miembros de una sociedad

Leí una entrevista que el diario español El Mundo, le hizo a Bong Joon-ho, director del multipremiado filme “Parásitos”, cinta que retrata de manera cruda y con humor negro la desigualdad en la que vive la sociedad surcoreana; lo que le valió un Oscar a la mejor película.

El mensaje de Joon-ho es claro: “Mientras más grave el capitalismo, más grave la desigualdad”, sentencia el titular de la entrevista. No podemos decir que el cineasta se equivoca, Corea del Sur es un país poderoso, con un crecimiento económico acelerado en los últimos 20 años, justo en la cúspide de la revolución tecnológica; sin embargo, este avance a pasos agigantados ha dejado a millones de familias en el rezago.

Bong Joon-ho habla desde su experiencia nacional. Con ello pone sobre la mesa uno de los grandes temas de nuestro momento en la historia: este largo debate entre la igualdad y la libertad que al menos en América Latina no hemos resuelto.

Estamos entre dictaduras y democracias, entre iniciativa privada y control gubernamental. A medio camino entre modernización y nostalgia.

El curso de nuestra historia se caracteriza por un movimiento casi nulo entre visiones radicalmente extremas, frecuentemente manipuladas por los intereses de quienes aprovechan los vacíos de poder.

Pero la búsqueda de la igualdad social no debe nacer de una distribución equitativa de la riqueza, sino de la distribución equitativa de oportunidades.

El capitalismo es voraz y produce polarización, sí, pero sólo cuando una minoría limita a la mayoría. Nuestra experiencia nacional nos habla más bien sobre dictaduras capitalistas que reprimieron libertades en nombre de las causas igualitarias, sólo para que unos cuantos allegados al poder pudieran disfrutar de sus riquezas desmedidas.

Desde este punto de vista, también el socialismo puede ser terrible: todos los intentos de un gobierno por forzar la igualdad entre las clases, también produjeron horrores y abusos a las libertades individuales. El crecimiento y el deseo de un patrimonio, tangible o intangible, debe ser elección propia de cada uno de los miembros de una sociedad. Un derecho y una libertad garantizada.

¿Cuándo termina esta libertad?, en el momento en el que afecta la del otro. Por eso el marco de igualdad no puede comenzar por la riqueza, sino por la ley y su aplicación imparcial. Algo que, de hecho, no ha logrado ningún gobierno, de ninguna ideología.

Me parece desafortunado que, a dos décadas dentro del siglo XXI, en América Latina no hayamos decidido aún qué tipo de países ser. Ojalá pronto lleguemos a la madurez social, y dejemos de escuchar discursos políticos sobre fórmulas mágicas para resolver enigmas, porque no hay ninguna.

El camino del progreso es un lento y desgastante ejercicio por buscar el estado de derecho, la sana distribución de poderes y el fortalecimiento institucional. De otro modo, seguiremos condenados a las dictaduras que nos dañan, sean perfectas o imperfectas. [nota_relacionada id=827498]

POR GEORGINA TRUJILLO

COLABORADORA

@GINATRUJILLOZ

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