Durante los últimos cuatro años, la política de Estados Unidos en Medio Oriente se transformó. Trasladó la embajada de EU a Jerusalén, cortó lazos con el liderazgo palestino, nombró a un defensor de los asentamientos como su embajador en Israel y negoció varios acuerdos entre ese país con Emiratos, Bahréin y Sudán.
Reconoció la soberanía israelí sobre los Altos del Golán sirios, intervino militarmente en Siria tras el uso de armas químicas contra civiles, se entendió bien con la política interna y exterior agresiva de Turquía, se retiró, en fin, del acuerdo nuclear e implementó una política de "máxima presión", endureciendo las sanciones.
Trump encuentra gran apoyo entre los gobiernos árabes de la región, sobre todo El Cairo, Riad y Abu Dabi. En Israel, encuestas destacan la abrumadora preferencia de su población por Trump (68%) sobre el exvicepresidente Biden (12%) (la tendencia va a la inversa entre los estadounidenses judíos, Haaretz, 2/11/2020, 3/11/2020).
Los planteamientos del candidato demócrata, Joe Biden, sobre la política que seguirá hacia la región incluyen reevaluar la relación con Arabia Saudita, dejar de apoyar su intervención en Yemen, recuperar peso en Siria y Libia, exigir cuentas al dictador egipcio por la gravedad de las violaciones a derechos humanos y regresar al acuerdo nuclear de Irán bajo ciertas condiciones. Hacia Israel y los palestinos, Biden considera la actividad de asentamientos como un obstáculo para alcanzar la solución de dos Estados.
Pero debe recordarse que el gobierno del expresidente Barack Obama, donde Biden se desempeñó como vicepresidente, vendió miles de millones de dólares en armas a Arabia Saudita, incluso mientras bombardeaba Yemen, y nunca buscó moderar al príncipe saudí Ben Salman en ningún tema de política interna o exterior. Fracasó en arrancar algún gesto del golpista egipcio Al-Sissi en derechos humanos.
En su campaña, Biden ha anunciado que apoyará férreamente a Israel y condenará cualquier esfuerzo por boicotear a ese país o condicionar la ayuda para forzar un cambio de política hacia los palestinos; además, no regresará la embajada de EU a Tel Aviv. A diferencia de Obama, Biden lleva mejor relación con el primer ministro israelí Netanyahu y probablemente seguirá buscando nuevos socios en el mundo árabe para que normalicen sus relaciones con Tel-Aviv. Los palestinos pueden aspirar a obtener más dinero y apoyo político. Con Irán, parece improbable que su Presidente lidie efectivamente con un sector ultraconservador que se ha visto empoderado por la implacable política que adoptó EU con Trump.
El mandatario empeoró los problemas de Medio Oriente, aprovechándose de los daños que dejaron sus antecesores demócratas y republicanos. Si Biden gana, es probable que sólo esté dispuesto a efectuar cambios cosméticos.
POR MARTA TAWIL
*INVESTIGADORA DE EL COLMEX