COLUMNA INVITADA

El mundo después de Trump

Hasta el momento no hay razones para no ver con optimismo la derrota de Trump, ante el hecho de que los cauces de la normalidad democrática estén recuperando fuerza.

OPINIÓN

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Guillermo Lerdo de Tejada / Columna Editorial / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La ola de populismos que ha venido creciendo en el mundo es el reflejo de las graves fracturas en las democracias de nuestro tiempo: exclusión, marginación, desintegración social, economías que no crecen (o en las que hay enormes brechas de desigualdad) y expectativas colectivas incumplidas son tan solo una parte de los muchos males que generaron el caldo de cultivo para que la demagogia llegara al poder.

El surgimiento de la figura de Trump y la forma en que su discurso de odio permeó entre amplios sectores sociales no puede reducirse a un simple fenómeno electoral o coyuntural, sino que es el resultado de un conjunto de problemas sistémicos, ligados a un modelo de democracia en el que la voz y las necesidades de millones de personas no han podido encontrar cabida.

Sin embargo, la receta ofrecida por Trump resultó peor que la enfermedad. Lo mismo ha ocurrido con las réplicas del fenómeno Trump en otras latitudes: han terminado por agudizar la polarización, dinamitar los puentes de diálogo y colaboración política, y deteriorar –aún más– lo poco que funcionaba bien en los de por sí debilitados sistemas democráticos.

Si las democracias se encontraban en terapia intensiva, lo electroshocks ofrecidos por los populismos pusieron al paciente al borde de la muerte. El desprecio por la ciencia y por la verdad, el encono hacia los adversarios, el afán de hacer cambios radicales sin la pericia para operarlos y la ceguera autocrática en la toma decisiones ha llevado a la destrucción y al extravío.

Es por ello que la derrota de Trump es un gran alivio en medio del caos generado por la ola populista en el mundo. Es lamentable que México esté entrando a esta nueva etapa de forma errática, en lugar de tomar con autocrítica y sentido estratégico lo sucedido; sin embargo, era esperable dicho comportamiento dada la cerrazón y los sesgos ideológicos del actual régimen.

Fuera del grave error del presidente mexicano de no felicitar al ganador, el demócrata Joe Biden, no hay razones para no ver con optimismo la derrota de Trump, ante el hecho de que los cauces de la normalidad democrática estén recuperando fuerza.

No obstante, esa normalidad a la que es necesario volver no puede ser exactamente la misma en la que nos encontrábamos previo a la ola populista. En primer lugar, porque dichas condiciones son las que generaron el colapso democrático a causa de la desigualdad y la frustración social. Asimismo, porque hoy esas condiciones de crisis y precariedad se han agudizado dado el impacto de la pandemia, la xenofobia y el declive económico global.

El grupo demócrata triunfante en Estados Unidos ha dado el primer paso en el proceso de reconstrucción: una campaña y una lucha político-electoral lo suficientemente atractivas para recobrar la confianza de millones de norteamericanos. Sin embargo, el verdadero reto estará en que esa capacidad de innovación se impregne también en el ejercicio del poder, para incidir en las condiciones sociales que propiciaron el desencanto y la búsqueda de salidas fáciles.

Si las fórmulas y las recetas vuelven a ser las mismas de una política tradicional frívola y desgastada difícilmente saldremos del círculo vicioso de democracias estancadas, estériles y poco representativas que llevó a los populistas al poder. Terminar con el cáncer de la demagogia pasa por atender no solo los síntomas sino, sobre todo, las causas de la enfermedad.

POR GUILLERMO LERDO DE TEJADA
DIPUTADO CIUDADANO EN EL CONGRESO DE LA CIUDAD DE MÉXICO
@GUILLERMOLERDO