Este pasado fin de semana, López Obrador sobrevoló algunas poblaciones inundadas de su natal Tabasco. Cinco muertos ha sido el saldo de la catástrofe al momento; más de 150 mil viviendas afectadas en Chiapas, Veracruz y Tabasco.
Si bien su tierra chica, Macuspana, fue supervisada desde los aires, los habitantes se quejaron de que el primer mandatario no había llegado a verlos personalmente ni a recorrer con ellos sus casas, su pueblo inundado, así como tampoco a ofrecer soluciones.
El presidente les aseguró que, aunque ya no existe el Fondo para Desastres Naturales, habría suficiente ayuda para todo los damnificados. Reiteró que ese fondo estaba plagado de irregularidades y corruptelas. No puntualizó, sin embargo, el tipo de apoyo que se dará a los pobladores damnificados o en dónde se encuentran concentrados los fondos que antes conformaban el anterior mecanismo de apoyo en caso de desastres.
El hecho es que entre el desfogue de la presa Peñitas y la corruptela del ex alcalde de Macuspana —morenista— removido por el congreso local hace tres meses ya que, entre otras cosas, no terminó las obras de desagüe del contenedor, hoy la cuna del “Peje” se encuentra con muchas colonias bajo el agua.
Las pérdidas sin duda serán millonarias, lo que dificulta comprender el porqué el hijo pródigo, hoy presidente de México, no se dignara recorrer su pueblo. Vaya, ni los zapatos se mojó, limitándose a ver lo que sucedió en esas localidades desde un helicóptero.
Su inacción no pasó desapercibida por sus compatriotas. En la rueda de prensa posterior al vuelo realizado, un reportero le preguntó si no iría a todos los lugares inundados a pie o en auto, y no solo volando. La repuesta de López Obrador resultó más desconcertante de lo que se hubiese podido esperar: “no, porque tengo otras cosas que hacer”.
Se puede inferir que, como presidente de la república, AMLO tenga que hacer muchas cosas. Pero cuando suceden este tipo de tragedias, usualmente el ejecutivo federal pone en pausa todo lo demás, muestra un poco de empatía, y acude al lugar del siniestro para, de forma personal, solidarizarse con las víctimas.
La diputada local de Tabasco, Lydia Izquierdo, trató de abordar a López Obrador para exigir ayuda para el municipio de Centla. No recibió respuesta. Se volvió viral su intervención en el congreso local cuando dijo que ella había votado por AMLO y hoy le daba vergüenza su voto. ¿La razón? El nulo apoyo del tabasqueño a sus compatriotas.
A mediados de octubre, López Obrador giró instrucciones –siguiendo la propuesta de Manuel Bartlett— para que desfogaran la presa antes mencionada, ejercicio que resultó contraproducente por la mala estrategia y nula planeación. Dicho error se vio multiplicado por las lluvias torrenciales que se repiten en Tabasco todos los años.
Podría ser que la respuesta de López Obrador “tengo otras cosas que hacer”, sea cierta. Y que ante la tragedia y la incompetencia de su subordinado, haya decidido tomar cartas en el asunto y exigirle soluciones al tiempo de anunciarle que está despedido.
Y es que el daño causado en Tabasco no será subsanado tan rápido cómo cuando existía el Fonden, pero eso no obsta que en la cadena de responsabilidades, Manuel Bartlett, director de la CFE, tiene un adeudo real con México por la desidia en la ejecución de las que van asociadas a su puesto.
López Obrador siendo candidato pedía: “si no pueden, renuncien”. Momento que él mismo ponga una que otra cabeza a rodar. ¿Le pedirá la renuncia a su colaborador y, una vez hecho esto, se dedicará a partir de ahora a hacer otras cosas? Entre ellas lo correcto: estar con los damnificados. ¿Podrá decirles que al menos uno de los irresponsables a cargo ya no seguirá dando instrucciones equivocadas?
Y otra cosa: ¿pondrá un alto a la construcción de Dos Bocas (ya que está visto que el presupuesto federal no alcanza para financiar esos inútiles caprichos y a la vez tener fondos para asistir a las poblaciones ante desastres como el aquí relatados)?
Lo dudo.
POR VERÓNICA MALO
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