Haz tu denuncia aquí

La 1ª batalla por la Casa Blanca

El debate quedó a deber en ideas y en propuestas, pero fue ilustrativo del ambiente de polarización

OPINIÓN

·

Los debates electorales importan, o al menos deberían importar. Son uno de los pocos espacios de la campaña –a veces el único– donde los candidatos se miden cara a cara con su adversario, para contrastar ideas y propuestas. Y si bien el llamado “voto duro” de cada partido sale inconmovible de estos eventos, es una oportunidad importante para granjearse el apoyo de los votantes indecisos. No sólo porque los candidatos exponen sus planteamientos sobre temas específicos; bajo la presión del debate, también translucen la personalidad y los valores de cada contendiente.

Con esto en mente, el primer debate de entre quienes saldrá el próximo presidente de Estados Unidos fue un espectáculo en muchos sentidos decepcionante, pero también revelador.

El ejercicio quedó a deber en ideas y en propuestas, pero fue ilustrativo del ambiente de polarización que vive Estados Unidos y del carácter de los aspirantes. Biden llegó con una ventaja de varios puntos sobre Trump en las encuestas, lo cual explica su estrategia menos confrontativa, a fin de buscar convencer a votantes moderados. El demócrata únicamente debía evitar caer en provocaciones para mantener su ventaja. Trump necesitaba justamente lo contrario: apostar por la estridencia, e incluso los ataques personales, para tratar de forzar un error en su adversario. De esta combinación salió un debate a la vez ríspido e insípido.

Un factor importante es si, ante este escenario, los votantes indecisos realmente se inclinarán por la moderación de Joe Biden, o si terminarán de desencantarse de la política en general y engrosarán las filas del abstencionismo, lo cual en principio le favorecería a Donald Trump.

Aquí el principal reto probablemente es para el candidato demócrata, pues, aunque hoy le favorecen las encuestas, lo cierto es que el voto anti-Trump está fragmentado, desde demócratas tradicionales hasta grupos de izquierda identitaria; y no será fácil para Biden crear un discurso y una coalición amplia en la que todos se sientan representados.

Algo particularmente preocupante en el debate fue la insistencia del actual presidente en poner en duda el proceso electoral, y reiterar sus insinuaciones de que, si él no gana, sería resultado de un fraude. Además, debido a que por la pandemia millones de personas votarán por correo, el conteo de los sufragios podría tardar semanas, creando la posibilidad de que se vivan días de verdadera incertidumbre, en los que no haya un ganador claro.

Finalmente, el debate también manda señales inquietantes para el resto del mundo: en medio de la pandemia, la crisis económica y la polarización política, da la impresión de que, incluso con un triunfo de Biden, no estará entre las prioridades de Estados Unidos relanzar su liderazgo para defender el orden global liberal y democrático. Al menos, antier ni una palabra se dijo respecto a la visión internacional de quienes desean liderar al país más poderoso del mundo.

Tendremos que esperar a ver si en los siguientes debates se generan ideas más concretas, o si continúa la lógica de agresión–contención que hizo del de antier un ejercicio revelador; pero, en muchos sentidos, vacío de contenido. [nota_relacionada id=1264584]

POR CLAUDIA RUIZ MASSIEU

SENADORA DE LA REPÚBLICA POR EL PRI

@RUIZMASSIEU

eadp