Entender al Oriente

Uno de los errores históricos del pensamiento occidental ha sido el suponer que sus parámetros de interpretación y valores culturales se aplican automáticamente a todo tipo de sociedad. Durante largo tiempo, este tipo de pensamiento se asumía como superior frente a todo lo que se consideraba fuera de la “civilización occidental”, y que por lo tanto era primitivo y necesariamente desechable. Uno de estos conceptos fue el de la democracia, concebida ésta como el espacio de igualdad jurídica de los individuos donde, en función de este principio, era posible convivir en armonía y pluralidad.

La no separación de religión y Estado en el mundo oriental musulmán en su transición a la modernidad, hizo imposible la construcción de democracias islámicas a pesar de los esfuerzos de Occidente por forzar procesos con estas características. La Primavera Árabe entre el 2010 y 2012 produjo el derrocamiento de regímenes autoritarios, pero no su sustitución por modelos democráticos. Por el contrario grupos fundamentalistas aprovecharon los espacios electorales abiertos para hacerse del poder, o de plano como en Egipto, el poder militar regresó para imponer de nuevo un orden autoritario.

La obsesión norteamericana por derrocar a  carecía de la respuesta adecuada a la pregunta de quién sustituiría al dictador su modelo represivo. La ausencia de una opción interna o externa, derivó en una guerra civil que prácticamente destruyó el Estado iraquí y creó grupos fundamentalistas como ISIS, los cuales se apoderaron incluso de otro Estado autoritario en proceso de extinción como lo era Siria.

En esa absurda estrategia occidental, el fortalecido fue el régimen iraní de los Ayatolas, quienes hoy tienen el control de Irak a través del primer ministro chiita Adil Abdul Mahdi subordinado al ahora desaparecido Quassem Suleimani quien operaba prácticamente los sistemas de seguridad iraquíes bajo las ordenes de Teherán.

Su eliminación no sólo abre la puerta a un conflicto internacional de dimensiones desconocidas, sino que de nuevo presenta el interrogante de quién ocupará los espacios dejados por Suleimani en Irak y cuál será el nuevo equilibrio de poderes en esa zona del mundo que vive cotidianamente al borde de la guerra total.

Saber leer al Oriente es algo que Occidente parece no haber aprendido  en más  de un siglo de fracasos continuos, por esa necedad de suponer una inexistente superioridad conceptual frente a un pensamiento complejo y desconocido basado en preceptos ajenos a los principio básicos de la cultura occidental. Otra equivocación más con un alto costo para millones de personas.

POR EZRA SHABOT
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@EZSHABOT

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