Los tres retos más importantes que enfrentará México y el gobierno de Andrés Manuel López Obrador en 2020 son: la economía, seguridad y defensa del Estado democrático.
Los tres retos inician el año 2020 inmersos en claros procesos regresivos inquietantes.
En materia económica, los datos estadísticos oficiales, tanto de Hacienda, como del Inegi, indican que el retroceso productivo ha sido fuerte, por no decir devastador, para México. Del crecimiento de 2% que Enrique Peña Nieto le dejó a López Obrador, hoy México arranca el segundo año de gobierno con cero crecimiento, incluso tendiente a negativo.
Las razones que explican ésta situación son muchas, pero la principal se debe a la falta de confianza hacia el gobierno federal, por sus políticas económicas sin consistencia y repletos de ataques, tanto verbales como políticos, al inversor privado. El acto hostil más notorio, y donde estadísticamente empezó el declive económico, fue la cancelación del proyecto del NAIM en octubre de 2018.
Es un caso clásico del anuncio del arribo de un nuevo capataz a la hacienda. Resulta ser una amenaza para todos aquellos que no estén en disposición a humillarse ante el nuevo reinado.
Durante el año cayó la recaudación fiscal. Y bajó el ingreso petrolero porque descendió la producción de Petróleos Mexicanos, mientras se invertía en la obra faraónica de Dos Bocas, en una apuesta equivocada sobre soberanía nacional en estos tiempos. El gobierno recurrió al Fondo de Contingencia (que se destina a emergencias nacionales) para suplir la falta de ingresos para salarios y programas que regalan dinero, despilfarrando la mitad.
Creció el desempleo, bajó el número de hectáreas sembradas y millones de mexicanos se quedaron sin servicios de salud. Esto, sin mencionar el cierre de guarderías para infantes y la clausura de refugios para mujeres violentadas, como medidas de “austeridad”.
Así, el inicio de 2020 arranca económicamente en un profundo barranco, sin visos claros de cómo salir.
En materia de seguridad, 2020 empieza con un baño de sangre. El año pasado dejó una estela de muerte y destrucción en todo el territorio nacional. Los datos lo dicen con claridad, a pesar de esfuerzos oficialistas por encubrirlos. Sin embargo, el Presidente ha sido categórico: no va a cambiar su “política” de seguridad, a pesar de que siguen siendo un misterio sus contenidos y, más, sus objetivos, más allá de huecas frases como “abrazos, no balazos” que despiertan múltiples suspicacias entre expertos.
El 2019 fue el año más sangriento en la historia moderna de México. Nada ha cambiado entre un año y otro. La promesa del secretario de Seguridad Pública federal de repartir más elementos de la Guardia Nacional es vana.
La Guardia Nacional, en realidad, no existe, excepto en papel. Lo que existe son elementos del Ejército y la Marina con logotipos de la GN en sus antebrazos para poder aplacar a la política estadounidense que le exige a México una acción antinarcótica consistente en más balazos y menos abrazos.
Las secuelas del “culiacanazo” siguen estremeciendo a los aparatos de seguridad e inteligencia en el país. La ineficacia, la mala planeación, los acuerdos políticos secretos con el narcotráfico, la falta de coordinación y línea de mando, la revelación de nombres de los mandos involucrados: todo estuvo mal en el operativo.Y el resultado es que ya nadie confía en nadie: ni soldados, marinos, policías federales, inteligencia ni el palacio presidencial.
Todos dudan de todos y ya no comparten sino información general e irrelevante. La confidencial está guardada celosamente en la gaveta de cada quien.
Así, no existen razones para suponer que 2020 será mejor que 2019 en el tema de seguridad.
En materia de democracia, la situación es altamente preocupante. 2020 empieza con el presidente Andrés Manuel López Obrador afilando navajas para colonizar al Instituto Nacional Electoral (INE) y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).
En su primer año de gobierno se apoderó de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) vía la compra de votos o con amenazas directas a sus integrantes. También descabezó los órganos autónomos del sector energético, volviéndolos serviles a sus proyectos, y al IFAI, utilizando la amenaza de la “austeridad” como instrumento de chantaje para obligar a renuncias anticipadas de funcionarios técnicos, colocando en su lugar a adictos incompetentes del nuevo gobierno.
Ahora quiere colonizar a los órganos electorales para tratar de ganar las elecciones intermedias de 2021. Así anda el miedo: ganar elecciones, por las buenas o las malas. Como Evo Morales.
2020 exige ser el año dedicado a defender la democracia en México. La ciudadanía toda será convocada a defender la autonomía e independencia del INE contra el intento de su colonización por las hordas morenistas.
POR RICARDO PASCOE
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