Es común escuchar la expresión: “En México no existe la oposición”. ¿Será cierto esto? Afirmo que no, aunque en términos de un nuevo debate, no en el sentido tradicional del término.
Tradicionalmente la respuesta estaría en función del número de curules ocupados por el oficialismo y la oposición en los Congresos estatales, municipios y en el Congreso federal.
Hoy se tienen que medir las cosas de otra manera.
La oposición no está únicamente en los institutos políticos con registro ni en los partidos en formación, los que buscan ese registro.
Esa oposición tradicional sí esta desdibujada y débil, incluso arrinconada por un gobierno que saca un expediente ante cada crítica vertida por un exfuncionario.
El uso de la represión selectiva y administrativa por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha sido magistral. El caso del exministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Eduardo Medina Mora, es un dibujo magistral del uso de expedientes para mostrar, acusar, condenar y perdonar, una vez satisfechas las demandas del poder, para ilustrar lo que le puede suceder a los opositores formales y tradicionales.
Cada vez que abre su boca en pos de crítica, el presidente nacional del Partido Revolucionario Institucional, Alito, sale a relucir un grueso expediente de casas y negocios que no tendrían explicación alguna. Y se calla.
Igualmente, nombramientos son aprobados en el Congreso de la Unión, una vez que la amenaza de abrir algún expediente del SAT es dicha o insinuada, y las nuevas mayorías se logran de manera sorprendente.
Y así, la lista de “incidencias” en la vida de la oposición formal en México es larga y detallada, salpicada de chismes, mezclados con verdades o medias verdades, no importa. Otros escondieron sus cabezas y se retiraron “a la vida privada” o, más discretamente, se fueron del país.
Cuando se dice que no hay oposición en México, y se refieren a esa oposición, probablemente hay un elemento importante de verdad en la afirmación. Los partidos de oposición en el Congreso federal no han ofrecido una política alternativa al poder centralista y autoritario de la 4T.
Pero está surgiendo otra oposición en México. Una oposición que viene de muchos orígenes, de diversas afluentes y con opiniones a veces distintas, pero concluyente en una cosa: esto no puede seguir así, México merece un mejor destino.
Es una oposición que surge de la realidad concreta y de la experiencia de cada quien. De las madres que ya no tiene guarderías para sus hijos, de las mujeres que no cuentan con refugios de la violencia intrafamiliar, de los campesinos que vieron reducidos los apoyos a su producción agrícola, de los artistas que vieron desaparecer sus proyectos ante la “insuficiencia” presupuestal, los académicos que sufrieron recortes que obligaron a cerrar laboratorios, de las plazas de trabajo perdidas por la cancelación de programas y proyectos, de los gaiteros que ya no son prioridad —junto con otros músicos que tampoco son importantes—, de los hospitales sin equipo para las cirugías, ni las más urgentes, del desabasto de medicinas porque dijeron que “lo harían mejor”.
También surge de los empresarios que consideran que el gobierno no respeta las leyes, de los inversionistas extranjeros a los que se les había ofrecido otras condiciones, entre ellas un Estado de Derecho confiable, de los órganos autónomos del Estado que la ley decía que se les respetaría y no es así, de un asalto a la Suprema Corte de Justicia de la Nación que se ha convertido en parte del “movimiento” perdiendo su carácter de árbitro neutral, de las presiones presupuestales a los gobernadores para doblegarlos a la voluntad centralista, debido al abandono de la educación en aras de un acuerdo político, de obreros y campesinos que ven llegar a sus nuevos domadores enviados del centro para asegurar su subordinación a emergentes poderes fácticos.
La nueva oposición también surge de la ola de violencia que azota al país, de los niños soldados que se sienten obligados a armarse para defender a sus familias ante el descuido e inoperancia del Estado y sus “fuerzas de seguridad”, de las familias que marchan por las carreteras de México buscando, no, exigiendo justicia y solución a sus demandas como lo han hecho con otros gobierno, sintiendo que este es igual que aquellos.
Del desmantelamiento irresponsable de la salud con desdén a los enfermos que pueden morir y no pueden ir al extranjero, como los nuevos funcionarios y sus familias.
También de la polarización que practica el gobierno de López Obrador, del desprecio por la ley y las buenas maneras, por el resentimiento que los nuevos funcionarios profesan con el grueso de la población y atacan a organizaciones de la sociedad civil.
Este gigantesco fermento social está engendrando una nueva forma de oposición al gobierno en turno. [nota_relacionada id=824768]
POR RICARDO PASCOE
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