La semana pasada se llevó a cabo en la ciudad de Washington la octava reunión anual sobre seguridad en México en el centro de análisis Woodrow Wilson Center, específicamente por parte de su Mexico Institute. El WWC es un establecimiento creado desde 1968 para analizar desde un punto apartidista, profesional, académico, abierto e independiente los temas estratégicos más relevantes para el Congreso de los Estados Unidos. En dicho foro tuve oportunidad de presentar una reseña sobre el ensayo Mexico's National Guard: When Police are Not Enough (Guardia Nacional de México: Cuando la Policía no basta), publicado por el mismo centro.
El ensayo describe cómo la lenta democratización de México llevo a que el sistema de seguridad federal que operaba de facto como un sistema centralizado –dada la hegemonía unipartidista priista– se fuera resquebrajando. El ensayo da cuenta de distintos procesos de formación y deformación que han llevado las fuerzas de seguridad del Estado durante los últimos 20 años con el objetivo de crear y desarrollar una fuerza de seguridad al servicio de la Federación que se convierta en el brazo implementador de la política de seguridad.
Es de relevancia, que se ha buscado evitar –una y otra vez– en estos 20 años que dicha fuerza de seguridad este completamente bajo un mando militar. Aún así, para lograr darle volumen y cuerpo, flexibilidad y elasticidad (personal, capacidad de acción y despliegue) se ha requerido una y otra vez que el grueso de su personal provenga de los cuerpos castrenses. Reclutados y entrenados para servir en las Fuerzas Armadas después son reordenados y reprogramados para transformarlos en policías.
De la PFP a la Policía Federal (a secas), a la Gendarmería, el común denominador de fracaso de estos cuerpos "civiles" es precisamente la inserción de políticos en la cadena de mando. Cuando se ha fomentado el desarrollo de una fuerza netamente civil, en la mayoría de las veces sólo se ha encontrado fracaso y decepción… escándalos de robo, corrupción, indisciplina, abuso de poder, nepotismo, compadrazgo. Lo anterior basado en ambición política personal, la que es fomentada por un sistema político que sobrevive –resiliente– a los cambios de color de corbatas en Palacio Nacional, pues es un sistema que está diseñado para perdonar los pecados de sus lacayos y encontrar chivos expiatorios. Este ensayo no pretende que los militares sean una orden de santos, también hay corruptos, también han vendidos, hay traidores, hay lacayos, pero en términos generales, las Fuerzas Armadas se conforman por una masa de hombres y mujeres que operan bajo un código de lealtad a la patria y sus instituciones.
Resumo en estas líneas algunos de los puntos clave de esta publicación, particularmente sus recomendaciones:
La principal recomendación es mantener una cadena de mando puramente militar dentro del estamento militar, incluyendo la Guardia Nacional y en la medida de lo posible no hacer cambios al liderazgo actual. La Guardia Nacional no es un "Cuerpo Civil", de la misma manera en que –paradójicamente– la "Guardia Civil" española tampoco es un "Cuerpo Civil". A ver, el liderazgo civil tiene su espacio en la gestión y dirección de la política de la seguridad a un nivel estratégico. Punto. El reemplazar mandos militares con civiles sentenciaría a la GN al fracaso… de la misma manera que sus predecesores.
Otra recomendación es crear una clara separación entre misiones emergentes y las cotidianas para las fuerzas armadas. Por ejemplo, hay un pequeño número de misiones de las que se debe separar inmediatamente a las Fuerzas Armadas, específicamente: 1) la construcción y por supuesto la futura administración del aeropuerto internacional y 2) el uso de fuerzas militares para detener migrantes.
Si bien la segunda obedece a una presión política directa de la Casa Blanca, se debe de buscar la manera de fortalecer al Instituto Nacional de Migración e incluso crear una policía migratoria, pero no mediante la comisión de tropas ni guardias nacionales… eso es deshonroso para todos los involucrados.
Hay desde luego, otras funciones para las que la 4T ha empleado a las Fuerzas Armadas de manera emergente, como antibiótico, porque la circunstancia lo requiere como limpiar las playas y costas de Quintana Roo de sargazo, entregar libros de texto en zonas de alta violencia, escoltar la entrega de fertilizante a campesinos en Guerrero… pero esto debe de ser la excepción y no la práctica.
Aunque no está contemplado en el cuerpo del ensayo, considero importante enfatizar la necesidad de despolitizar a las fuerzas de seguridad en los niveles estatal y municipal… trágicamente, hay una historia que se repite, cada sexenio, cada trienio a veces, en cientos de estados y municipios en donde políticos buscan darle un "giro personal" a las policías locales y se embarcan en reformas superficiales que se reflejan en nuevos títulos, colores, uniformes y patrullas, autoengañándose con que los cambios de imagen –muchos de ellos con connotaciones partidistas– para sus fuerzas del orden transformaran a las corporaciones como por osmosis.
Por último y quizá la más importante, México tiene que doblar sus fuerzas de seguridad –tanto en recursos como en personal– si es que quiere ver un cambio significativo en los siguientes 5 años. Tarea nada fácil cuando la Policía no basta.
POR IÑIGO GUEVARA MOYANO
*CONSULTOR DE LA COMPAÑÍAJANE'S EN WASHINGTON, DC.
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