Con tan sólo 28 años, George Mpanga o George el Poeta se ha dedicado a romper los paradigmas de la poesía, la crítica social, la política y el rap. El año pasado, el podcast de este joven británico de ascendencia ugandesa fue galardonado en cinco categorías en los Premios Británicos de Podcasts, incluyendo el de Podcast más inteligente. ¡George inauguró con un poema la transmisión de la BBC de la boda real, es miembro del Consejo de las Artes de Inglaterra y hace unos meses rechazó la condecoración como Miembro de la Orden del Imperio Británico. Su voz se ha vuelto indispensable en nuestra época, pues, entre muchas cosas, ha puesto en evidencia el doble discurso del sistema punitivo que persigue a quienes la propia sociedad ha formado.
El primer episodio de su podcast inicia con el sonido de niños jugando y la voz de George preguntándose lo que esos menores serán dentro de 20 años. “Algunos de ellos estarán muertos, otros en la cárcel… Mucha gente se siente incómoda cuando hablamos de los niños de esa forma, como si hubiera una relación causal entre las cosas que decimos en voz alta y la forma en la que el futuro resulta, como si los prospectos negativos fueran menos probables en nuestros hijos si no nos hacemos conscientes de la realidad”.
Con estas líneas, George the Poet plantea una profunda reflexión que trasciende fronteras.
Los niños no viven una realidad alterna. Un niño que decide vender drogas, robar autos o asaltar en el transporte público es, primero que nada, una víctima de la sociedad en la que creció. Un niño que amanece un día decidido a dispararle a su maestra y compañeros para después suicidarse, debería generarnos escalofríos por la enorme tragedia y el dolor que infringió, pero también por la normalización de la violencia en la que tuvo que haber vivido para hacerlo.
Inspeccionar mochilas, dar atención psicológica y capacitar a los profesores son las medidas inmediatas que el gobierno ha anunciado para prevenir que eventos como el sucedido en Torreón se repitan. Más allá de la pertinencia o no de cada una de estas medidas, parece que no hay un intento por comprender las causas de fondo: el problema no es la falta de supervisión a las mochilas, ni la labor de los maestros y, por más que parezca obvio, el problema no son los niños. El problema es la apología del crimen en la cultura popular, es el flujo de armas clandestinas, la impunidad y el absoluto descontrol de la violencia.
Los niños de hoy son los hijos, los hermanos y los vecinos de víctimas y victimarios. Un niño que mata es también una víctima. Podemos seguirnos mintiendo y pretender que los niños que conocemos no vivirán el futuro que las estadísticas muestran o, como sugiere George, tal vez sea momento de hablarnos con sinceridad y cambiar la historia que hemos querido creer. Ajustar la forma en la que entendemos la realidad para así, tal vez, abordar el verdadero problema.
POR FERNANDA CASO
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