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Signos vitales

El presidente López Obrador ha tomado decisiones enmarcadas en su proyecto de gobierno. Dos de ellas están en el debate

OPINIÓN

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Todos los presidentes han entrado a Palacio Nacional pensando que representan la solución a los grandes males de la nación. No creo que alguno haya llegado con la idea de arruinarse y arruinarnos. Sin embargo, casi todos han alterado los signos vitales del país tomando decisiones que en el instante creían correctas y que al paso del tiempo probaron no serlo del todo. O no serlo para nada.

Cuando Calderón tomó la decisión de declarar la guerra a los cárteles de la droga creyó que tenía la solución a la violencia que comenzaba a desangrar al país.

Después de todo, su gran aliado era George Bush y el poderío de Estados Unidos.

“Quiero todos los juguetes que aparecen en la serie 24”, le dijo a Bush en la Casa Blanca y obtuvo helicópteros, entrenamiento de las agencias que reinan en la burocracia estadounidense y la tecnología más avanzada.

Si contaba con el respaldo del país vecino, ¿qué podía salir mal?

Salinas tuvo un gobierno sobre ruedas entre 1988 y 1993. Durante años transcurrió soterrada la matanza de perredistas –más de 600 en el sexenio– pese a las denuncias de la oposición, mientras avanzaba en autopista el proyecto de nación salinista, una modernización “nacionalista y popular”.

Pero al llegar el último año ya no le fue posible estirar la ilusión de que estábamos a un paso del mundo desarrollado. Se negó a devaluar y la bomba la estalló a Zedillo menos de un mes después de asumir la presidencia.

Peña, el último de los presidentes del régimen priísta, construyó el Pacto por México con un consenso partidista imposible de alcanzar para sus antecesores.

Pero al mismo tiempo que se diseñaban en pluralidad las reformas estructurales, en las instituciones se echaba a andar toda una ingeniería de saqueo que frustró las reformas.

Peña nunca reconoció la corrupción en su gobierno y en consecuencia no hizo un alto para rectificar. Tampoco lo hizo Calderón con la guerra que al final de su sexenio había matado a 121 mil personas.

Hoy sabemos que los desaparecidos en esta era de violencia son más de 60 mil. Toda una tragedia. Calderón y Bush, y después Obama, tuvieron en las manos la posibilidad de poner un freno a la guerra y no lo hicieron a pesar de todas las evidencias que les indicaban que se estaba perdiendo.

El presidente López Obrador ha tomado decisiones enmarcadas en su proyecto de gobierno. De todas ellas, dos están en el centro de un debate con efectos de largo plazo: los recortes y reformas a programas del sector salud para relanzar los programas sociales y los fondos reducidos en educación, atención médica o cultura para intentar salvar a Petróleos Mexicanos.

Igual que la guerra declarada por Calderón o el multimillonario rescate de los bancos de Zedillo, las decisiones tomadas por AMLO ya han alterado los signos vitales del país. Igual que ellos, el camino elegido no tiene vuelta.

 POR WILBERT TORRE

WILBERTTORRE@GMAIL.COM 

@WILBERTTORRE

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