El odio racista y propaganda en puerta

Los dichos racistas sí propician un clima que normaliza demonizarlos desde tribunas políticas

“Esto es una invasión”, dijo el presidente Donald Trump el 8 de mayo de 2019 ante un auditorio que le aplaudía efusivo en Florida.

El mandatario estadounidense aludía a las caravanas de migrantes hispanos, a las que insistía en llamar así, “invasión”, para luego preguntar a su auditorio: “¿Cómo detener a estas personas?”. Un grito del público respondió: “Disparándoles”. Trump sonrió, soltó una carcajada que festejó el momento como si se tratara de un chiste oportuno y eso provocó otra ovación de su público.

No era un exabrupto aislado, en noviembre, el magnate había declarado que si migrantes lanzaban piedras a sus policías fronterizos recibirían balas. Trump era consecuente con la propaganda que había usado en su campaña sin imaginar que el lunes 5 de agosto un joven furioso, identificado como Patrick Wood Crusius, en El Paso, dispararía de forma indiscriminada contra civiles que tenían aspecto hispano.

No son nuevas las masacres con armas de asalto en EU.

En 1999, a propósito de la masacre de estudiantes en Columbine, familiares de las víctimas exigían restringir la venta de fusiles y municiones en supermercados, pero fueron más poderosos los mercados y sus cabilderos armamentistas que contener los riesgos contra personas. Tampoco ha podido frenarse la propaganda política que incita al odio contra migrantes, ni las campañas electorales llenas de contenido racista.

En junio de 2015, cuando Trump anunció por primera vez que buscaría la candidatura presidencial en las primarias del Partido Republicano, sentenció: "Cuando México nos manda gente, no nos mandan a los mejores. Nos mandan gente con un montón de problemas, que nos traen drogas, crimen, son violadores".

Ése era el inicio de una campaña que no termina y tendrá cita en noviembre cuando se defina la reelección o no de Trump.

Desde 1965, la ONU estableció que la propaganda no debe incitar al odio, una aspiración que no ha sido consecuente con los hechos. La tragedia de El Paso nos alertó nuevamente sobre consecuencias devastadoras que el racismo anida y aunque los actores como Trump no pretendan asesinar a migrantes con sus dichos, sí propician un clima que normaliza demonizarlos desde tribunas políticas. Llamar al odio como redituable método de campaña no puede disociarse de lo que se expresó en Texas contra mexicanos e hispanos en general, tampoco de los ataques a musulmanes en Nueva Zelanda en 2015.

Los ataques motivados por el odio racial son frecuentes, también el discurso político que trata de conquistar votantes llenando de posturas racistas su contenido.

Esas ofertas supremacistas o promotoras de segregar a minorías no pueden seguir asumiéndose compatibles con la democracia. Por jugosas que sean la ventas, debiera insistirse en prohibir la venta de armas de asalto, también la política racista de odio en campañas y discursos desde la tribuna presidencial.

POR LUIS MIGUEL CARRIEDO
ASESOR EN EL INE
@LMCARRIEDO


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