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Etiqueta clara, ya

El consumismo es una de las plagas de nuestro tiempo. Hay un dictamen cuyo fin es que el consumidor vea con claridad advertencias nutricionales

OPINIÓN

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La avidez del mercado descontrola el deseo de niños, jóvenes y adultos. La publicidad conduce ilusoriamente a mundos lejanos y maravillosos, donde todo deseo puede ser satisfecho por los productos que tienen un carácter eficaz, efímero y hasta mesiánico. Se legitima que los deseos se vuelven felicidad. Como sólo se necesita lo inmediato, la felicidad se pretende alcanzar con bienes económicos y satisfacción hedonista”.

En cualquier supermercado el consumidor se enfrenta a una lluvia de productos que con etiquetas y mensajes atractivos lo invitan a pagar por él y llevarlo a la mesa. Profesionales del marketing ponen toda su habilidad para colocar atributos al contenido de una lata o bolsa sin importar qué tipo de basura se pretende vender.

No hay que dudar mucho para llenar el carro de supermercado con lo que parece ser una despensa saludable: tortillas de harina, jugos de fruta, pan integral, leche deslactosada o refrescos “sin azúcar”. De todos ellos podemos encontrar en la prensa, radio y televisión sugerentes spots que los vinculan a una vida sana.

El texto transcrito en el primer párrafo forma parte del Documento Conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, y es de una profunda actualidad, no obstante que data de 2007. El consumismo, producto de una publicidad engañosa, se ha convertido en una de las más terribles plagas de nuestro tiempo. Muchas voces han denunciado la voracidad mercadológica. La misma Iglesia católica ha insistido en diversos textos, uno muy destacable es la encíclica “Laudato Si”.

En Mesa Directiva de la Cámara de Diputados hay un dictamen de la Comisión de Salud donde se propone un etiquetado claro para los alimentos. Ocho iniciativas motivaron el dictamen, pudo ser mejor, pero es un gran avance y debe, sin pretexto, votarse pronto. Se trata de que el consumidor vea con claridad si el producto tiene altos contenidos de sodio, azúcar, grasas saturadas o calorías.

Las advertencias “nutricionales” que en la actualidad tienen las etiquetas de los productos son confusas y deliberadamente engañosas. Hay una mención al sodio, azúcar, grasa y calorías, pero normalmente la información se reseña con porcentajes o cantidades por porción, y luego el número que representa estas últimas en el contenido total. En fin, el consumidor puede pensar que se lleva a su despensa un nutritivo jugo, cuando en realidad adquirió un mortal coctel que lo conducirá a la diabetes.

La idea, por cierto, nacida de un justo reclamo de la sociedad civil, ha enfrentado el cabildeo de la industria alimentaria. Decenas de lobbistas recorren los pasillos de San Lázaro y las oficinas de gobierno para evitar la aprobación. Argumentan que se daña la libertad de engaño, perdón de comercio. Ellos prefieren una etiqueta con información que solo puede desentrañar un avezado químico que además tenga conocimientos de nutrición.

POR RUBÉN I. MOREIRA

DIPUTADO FEDERAL POR EL PARTIDO REVOLUCIONARIO INSTITUCIONAL

@RUBENMOREIRAVDZ

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