¿Paralelismos?

Se ha comparado al presidente López Obrador con Echeverría, pero ahora es pertinente una revisión de ambos

En enero visité en el museo del Chopo una exhibición espléndida sobre la Ciudad de México en los 70. Entre posters que ofrecían a Satélite como un suburbio idílico con residencias por 20 mil pesos y coloridos afiches de las olimpiadas del 68, extraviada por ahí estaba una carta con la que la compañía Volkswagen saludó la toma de posesión del presidente Luis Echeverría.

El texto da una idea de la atmósfera que dominaba en el sector privado:

“Señor Licenciado Echeverría: aunque no lo parezca, ya no seremos los mismos. Sabemos que son las pequeñas o grandes mejoras internas las que cuentan y las que traen beneficios duraderos. Muy fácil es presentar cambios espectaculares, con toda la pompa de lo superficial, no así cuando está de por medio el propósito de servir a los mexicanos”.

Muchas veces se ha comparado al presidente Andrés Manuel López Obrador con el ex presidente Echeverría, pero sólo hasta ahora, con siete meses de gobierno, es pertinente una revisión de ambos, más allá del cliché.

Con Echeverría comenzó el carnaval de la política siniestra ligada a corrupción, impunidad y endeudamiento, precursores de la inestabilidad que acompaña la fuga de capitales. López Obrador se ha comprometido a no endeudar el país y a combatir a la corrupción.

Las semejanzas entre los dos se aproximan en el plano personal. En un documento enviado a la Casa Blanca, el embajador Jova retrató a Echeverría:

“Es autocomplaciente y no se apoya en los consejos de sus asesores, el producto típico de un sistema político corrupto e hipócrita. Es puritano, proclive a ritmos endemoniados de trabajo no siempre productivos, ama los reflectores y su reacción a las crisis no es predecible, pero tiene una tendencia a actuar en el momento y reflexionar después. Es poco sofisticado y tiende a simplificar”.

Echeverría dotó a su gobierno de una agresiva filosofía cimentada en la doctrina de la Revolución: “Ser revolucionario es aceptar una responsabilidad y anteponerla a afanes de lucro y poder; lo es el servidor público, el soldado leal y el dirigente íntegro; el campesino, el obrero, el científico y el estudiante entregado a sus tareas. No lo son el simulador ni el soñador de revoluciones: el anarquista, el provocador o el entreguista”.

Se enfrentó a Estados Unidos, a la poderosa CTM y a los empresarios, y la inestabilidad detonó una fuga inédita de capitales: entre 1970 y 1976, 3 mil 427 millones de dólares; 1.5 millones por día.

En 2018, el último año de Peña, el Banco de México reportó una fuga de capitales por 11 mil millones de dólares; en el primer trimestre de 2019, en el inicio del gobierno de AMLO, se interrumpió la fuga y hubo un saldo favorable por más de mil millones de dólares.

El segundo reporte trimestral sobre fuga de capitales, próximo a publicarse, será un termómetro para medir la reacción a las controvertidas decisiones del Presidente entre abril y junio de este año.

POR WILBERT TORRE

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@WILBERTTORRE