Lo que hizo que la teoría marxista se cimbrara fue su estelar objeto de estudio y crítica: el capitalismo. Las sucesivas transformaciones de las sociedades capitalistas mundiales –incluidas las sociedades que se decían socialistas– a través de las revoluciones tecnológicas, culturales, sociales e ideológicas durante dos siglos y medio han dejado, como resultado, un signo de cuestionamiento sobre sobre la premisa teórica marxista de la separación de la sociedad capitalista contemporánea en dos grandes clases sociales irremediablemente confrontadas.
De ninguna manera se duda de que la sociedad mundial enfrente el reto de la desigualdad económica. Incluso, ante la generación de la mayor riqueza material registrada en la historia de la humanidad, es incuestionable su desigual reparto entre la población mundial. Y ese reparto desigual se reproduce, en mayor o menor medida, en todos los países del mundo, México incluido.
Ese reparto desigual es un reto para gobiernos, actores políticos, económicos y sociales, por igual. Sin embargo, esa realidad económica no ha generado una confrontación/división en la historia de las sociedades. Más bien, el conflicto de división y confrontación se da de manera más horizontal, entre grupos diversos de la sociedad, donde distintos estamentos pueden coincidir en intereses, inquietudes e inseguridades.
En la sociedad contemporánea los conflictos tienden a expresarse en demandas por causas, no por clases. Los movimientos sociales contemporáneos son ejemplo vivo de ello. Por ejemplo, en muchos países lo que une a la mayoría de mujeres no es tanto su confronta con el capital, sino con los prejuicios arraigados de la sociedad misógina que las oprime de múltiples maneras: salarialmente por supuesto, pero también en el bloqueo a su desarrollo profesional, cultural, educativo, sexual. La demanda al derecho a decidir sobre sus cuerpos debería ser algo normal y socialmente aceptable, pero no lo es. Estos reclamos unen a mujeres de todas las clases sociales, como también se unen las madres de todos los estamentos y estratos que buscan a sus familiares desaparecidos, fenómeno común en todo el mundo.
Los movimientos sociales son múltiples en el mundo. Toda la sociedad busca refugio ante el acoso del crimen organizado y su violencia. Ecologistas que enfrentan a intereses económicos que no reparan en el daño que causan al medio ambiente y, por tanto, al futuro posible de la humanidad.
Los pueblos originarios que demandan respeto a sus tradiciones, lenguas y costumbres sin imposiciones ni violencia de ser despojados de sus tierras. Toda la gama amplia de diversidad sexual que irrumpe en la escena mundial, enfrentando no sólo un mundo de rechazo y prejuicios, sino también una violencia desusada e ilegal.
Minorías desposeídas de viviendas, tierras y espacios vitales. Defensores de los derechos humanos en toda la extensión del concepto: tierras, países, respeto, dignidad.
Respeto a todos los grupos religiosos y de credos diversos, bajo constante ataque por actores estatales y extra estatales. A grupos lingüísticos, culturales y sociales al margen de las grandes corrientes mayoritarias de una sociedad determinada, buscando tolerancia y respeto. Cuando se suman las membresías de estas causas sociales, se descubre una nueva manera de contar las mayorías en una sociedad. Además, hay una nueva forma de contar las alianzas que construyen las potencialidades de gobernanza en un país.
En México, por ejemplo, el gobierno se regodea con su nueva reforma laboral y su impacto en la democratización de los sindicatos. Pero el hecho es que sólo 10% de los trabajadores en México están sindicalizados. El resto –90%– está al margen de la contratación colectiva. Lo que no quiere decir que no haya que democratizar a los sindicatos. Simplemente quiere decir que la ley laboral es aplicable a una minoría pequeña de trabajadores, aunque sean de Pemex, CFE y la burocracia pública. El problema real está en 90% restante, al margen de la ley aplicable.
Hoy los movimientos sociales en México representan un potencial de desarrollo social y político enorme. Pero su enfoque no reside en sumarse a la plataforma ideológica de un partido político en particular, sino en el impulso a su plataforma de causas por una razón fundamental. Sus motivos convocan horizontalmente a sectores sociales con inquietudes similares sin exclusión de clase o nivel económico.
La inclusión en una plataforma ideológica limita el alcance de su causa y su convocatoria. Esos limitantes ya no son útiles para la expansión y alcance de un movimiento exitoso. En la actualidad, las causas atraen simpatizantes, mientras las convocatorias ideológicas de los partidos son limitativas y no logran ampliar el alcance de su llamado. Las causas son, por naturaleza, de convocatoria pluriclasista, mientras las plataformas ideológicas son, también por naturaleza, excluyentes. Hoy la gente ya no quiere exclusiones. Las causas incluyen; las ideologías excluyen.
POR RICARDO PASCOE
RICARDOPASCOE@HOTMAIL.COM
@RPASCOEP
edp