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Nosotros contra ustedes

La construcción de narrativas polarizantes es un común denominador en los regímenes populistas

OPINIÓN

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Una característica de los regímenes neopopulistas es su estrategia de confrontar a la población y de dividirla entre buenos y malos. La construcción de narrativas polarizantes es un común denominador en los regímenes populistas contemporáneos que azotan las democracias de varios países tanto del viejo, como del nuevo continente. El amarillismo xenófobo del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que lucra con el miedo de la población estadounidense ante la migración; el miedo por la pérdida de empleos de la población adulta del Reino Unido ante el libre comercio con la Unión Europea; la gesta heroica de la Cuarta Transformación contra los neoliberales y la denominada mafia del poder, entre muchos otros ejemplos que vemos a nivel mundial. Desde su primera campaña, Trump triunfó con la narrativa de que el Tratato de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) era el peor acuerdo comercial en la historia de Estados Unidos, que los mexicanos estaban robando los trabajos a los estadounidenses y que había que Hacer Grande a América de nuevo. De ahí su promesa de campaña de renegociar el TLCAN y de construir un muro en la frontera sur con México que lo pagaríamos los mexicanos; ahora vemos cómo el acuerdo migratorio que firmó el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador el 7 de junio, le dio las medallas para iniciar su campaña a la reelección para el 2020. El lenguaje xenófobo de Donald Trump ha llegado al descaro de gritar que “regresen a sus países”, por el origen de su ascendencia, a cuatro legisladoras demócratas: la afroestadounidense Ayanna Pressley; la puertoriqueña Alexandria Ocasio-Cortez; Rashida Tlaib, de padres palestinos, y a Ilhan Omar, nacida en Somalia. Las cuatro congresistas conocidas como el escuadrón, por su activismo político, han sido objeto de ataques racistas en diferentes ocasiones y de distintas formas, del propio presidente de Estados Unidos de Norteamérica. Cuando el propio presidente normaliza el discurso de odio, legitima que cualquier ciudadano en la calle explote sus sentimientos racistas e insulte o grite a cualquier persona inmigrante, que se vayan o regresen a sus países. Igual, el presidente Andrés Manuel López Obrador utiliza la estrategia de la confrontación para su narrativa simplista de los buenos que vienen a salvar a México, y los malos, que somos todos aquellos que nos oponemos o pensamos distinto, o los medios de comunicación que no lo tratan bien. Esta intolerancia es una grave regresión autoritaria que no debemos permitir ni ignorar. ¡Así no, señor Presidente! Por Gustavo Madero