De creer en las consideraciones de los amigos del canciller Marcelo Ebrard, estaría cerca de convertirse en una de las figuras centrales de la relación entre México y Estados Unidos.
El argumento central es que se ha convertido en interlocutor del secretario de Estado, Mike Pompeo, como fue evidente el domingo, durante la breve visita del estadounidense a México.
Ebrard, agregan, está en plan de "rescatar" la relación, al ubicarla en las respectivas dependencias de Relaciones Exteriores.
Sería un cambio notable, porque la vecindad otorga a los contactos bilaterales una extraordinaria amplitud, incluso de orden político doméstico: prácticamente no hay área económica, social o política donde no haya algún punto de contacto con contrapartes.
En el caso mexicano, la coordinación corría a cargo de la Embajada en Washington, encabezada regularmente por una persona de la confianza del Presidente, que servía también como sus ojos y oídos, y por supuesto, consejero.
En el lado estadounidense la situación es más institucional, pero no por nada se refería un embajador con lazos directos a la Casa Blanca o muy bien conectados en el mundo burocrático de Washington: la embajada de Estados Unidos en México es la mayor del mundo y tiene representaciones de virtualmente todas las dependencias del gobierno federal de ese país.
En Estados Unidos el tema México es ahora parte de la agenda política por razones que como comercio, migración y seguridad lo ponen en el núcleo del debate electoral. El presidente Donald Trump ha echo de México un "chivo expiatorio" y símbolo de los males que aquejan a la sociedad estadounidense, de la fuga de empleos y el déficit comercial a tráfico de drogas y de las fronteras sin control.
El presidente Trump está en campaña de reelección y dos de sus temas actuales son la aparente resolución de la llegada de peticionarios centroamericanos de asilo y la exitosa renegociación del Tratado Norteamericano de Libre Comercio (TLCAN).
No es un accidente que Trump haya puesto a Jared Kuchner, su yerno y asesor, como "enviado especial".
Trump y Kushner tenían una mala relación con Rex Tillerson, el primer secretario de Estado el actual gobierno, quien se vio obligado a renunciar y hacer reemplazado por Mike Pompeo, exdiputado y exdirector de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
En México la situación es distinta. Ebrard trabaja para un Presidente desinteresado en las relaciones internacionales, y parece decidido a marginarse de su conducción a menos que se trate de una crisis que como la creada por las caravanas de migrantes obligue a su intervención.
Las señales son de que AMLO parece dispuesto a dejar una cierta libertad de acción a Ebrard. Pero la relación con Estados Unidos no sólo es demasiado importantísima, sino que frecuentemente demanda acciones fuera del ámbito del secretario de Relaciones Exteriores.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@HERALDODEMEXICO.COM.MX
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