Ganado, Texas.- Afuera de la tienda de su gasolinera, el hombre de ojos azules y sonrisa de dientes amarillos exhibe un cartel en inglés que dice: “orgulloso de ser americano”.
Él no habla español, pero tiene claro que cientos de millas de campos de maíz alrededor de su pueblo son cosechadas “por muchos mexicanos”, trabajadores con y sin documentos que vienen de México y de toda Centroamérica.
Unos meses antes estuve en Santo Domingo Suchitepéquez, otra planicie de enormes campos verdes de maíz en una región de Guatemala. Los paisajes no son muy distintos, excepto por algo: en Texas hay refinerías, graneros, termoeléctricas, fábricas de plástico, hombres y mujeres que se transportan a bordo de enormes camionetas, gente que tiene trabajo aunque haya llegado aquí cruzando el desierto.
En Guatemala vi una interminable pobreza, la gente se movía en autobuses, los raquíticos sueldos de jornaleros apenas les alcanzaba para sobrevivir. Por eso viajan a Estados Unidos. Por eso, me dijeron en Guatemala, miles arriesgan su vida para cruzar “el infierno”, la forma como llaman comúnmente a México.
Hoy la extensa población republicana en Texas se prepara para iniciar una larga campaña de reelección trumpista. Mientras, en México, Andrés Manuel López Obrador comandó este 30 de junio la inauguración de una Guardia Nacional que será responsable de frenar la migración ilegal hacia esta región del mundo, principal carta política de Trump.
La inauguración de López Obrador fue la simulación de un acto civil. El comandante de dicha misión, José Luis Rodríguez, pone en su currículum como los éxitos de su carrera sus campañas militares en la guerra contra el narcotráfico iniciada por Felipe Calderón.
Pronunció su discurso ataviado en traje militar, apenas disimulado con adornos de cuadros en su gorra, como los que usan las patrullas policiacas. Los guardias, ordenados en fila, usaron el saludo castrense. En la bandera mexicana fue bordada con letras doradas el nombre Guardia Nacional, como hacen usualmente los cuerpos militares mexicanos con los nombres de sus regiones.
Los mandos de la Marina y el Ejército acompañaban al presidente en la primera fila del automóvil para el pase de lista y detrás, en una simbólica segunda fila, el secretario de Seguridad Pública, civil, observaba la escena casi como un invitado. En Texas no saben de este evento, pero ven en la televisión que su presidente logró un buen acuerdo con México.
Hace cuatro años, en sus mítines de campaña, Trump solía cerrar con la frase: ¿quién pagará el muro? El coro de asistentes vitoreaba: México. Hoy, visto desde Texas y Guatemala, México pagará el muro con cada peso gastado en la Guardia Nacional que cuidará migrantes en las fronteras norte y sur, que detendrá a quienes viajen en el tren, escondidos en tráileres, o se atrevan a intentar cruzar el río.
Desde estos lugares del mundo, esto es más que un ladrillo, más que un sistema de vigilancia, más de lo que Trump pudo esperar.
POR PENILEY RAMÍREZ
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