El gobierno mexicano buscará consolidar apoyos en América y otras regiones del mundo para sus propuestas de desarrollo regionales y enfrentar en organismos internacionales la presión estadounidense.
Pero, al mismo tiempo, hay señales de que mantendrá una política de atención a las preocupaciones de seguridad estadounidenses, en especial las referentes a la migración centroamericana.
El escenario es familiar.
De hecho, pudiera hablarse de un retorno a la política exterior de los 50 a los 70, cuando México mantuvo una postura de independencia frente a EU, pero al mismo tiempo buscaba mantener una estrategia de cooperación y
acercamiento con el vecino del norte.
El secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, está a cargo de lo que puede ser, sin embargo, una estrategia complicada.
Por un lado, viaja ya a Osaka, para tratar de entregar a los jefes de Estado y gobierno participantes en la reunión de las 20 principales economías del mundo, el G-20, un mensaje del presidente Andrés Manuel López Obrador. Pero es difícil que el mensaje llegue a sus destinatarios: México es parte del grupo, pero el encuentro es de mandatarios y el protocolo puede ser limitante.
Es posible que Ebrard logre, sin embargo, encontrar algún respaldo para el programa de desarrollo promovido con la Comisión Económica para América Latina (Cepal).
Pero, de entrada, se encuentra en una carrera contra el tiempo. El primer plazo de 45 días convenido con Estados Unidos para tratar de controlar el flujo de migrantes centroamericanos se vence a fines de julio. De no haber una reducción significativa, se negociaría entonces que México asuma la responsabilidad de "tercer país seguro" para recibir a migrantes que buscan llegar a suelo estadounidense.
Una serie de acuerdos, con las Organizaciones de Naciones Unidas (ONU) y de Estados Americanos (OEA), así como la Unión Europea, ofrecen la posibilidad de apoyo, tanto en términos de la atención a refugiados como de programas de desarrollo regionales y de al menos cuestionar legalmente la postura estadounidense.
Pero el gobierno mexicano espera poder enfrentar las presiones estadounidenses con base en respaldos en organismos internacionales, donde Washington suele tener posibilidades de veto. Tampoco es desconocido que ignore resoluciones adversas.
Y eso sin contar con que algunos de los apoyos podrían ser contraproducentes.
En ese marco, el gobierno López Obrador inició contactos con los gobiernos de Guatemala, El Salvador y Honduras para poner en marcha planes que ayuden a mejorar la economía regional y controlar la salida de personas.
Pero la situación no es fácil: Guatemala enfrenta un periodo de incertidumbre a la espera de la segunda vuelta en las elecciones presidenciales; las expresiones de descontento en Honduras van en crecimiento y el nuevo gobierno salvadoreño está en periodo de asentarse.
Por JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
Hacia delante por el espejo retrovisor
México espera enfrentar las presiones de EU con base en respaldos de organismos internacionales