Plomo y Pluma: Cortés en Cempoala, el cacique gordo y la alianza totonaca

La alianza de Cortés con los totonacas nació de la conjunción de dos fenómenos. En primer lugar, una delegación de totonacas se presentó espontáneamente en Chalchihuecan, insertándose entre dos embajadas de mexicas. Le ofrecieron de inmediato una alianza a Cortés contra Moctezuma. Por otra parte, el capitán general estaba buscando un puerto más seguro que la playa de San Juan de Ulúa. Su lugarteniente, Montejo, eligió Quiahuiztlán donde existe un peñón que ofrecía una mínima protección. Cortés lo aprobó. Pero dicho sitio pertenecía al orbe de poder de Cempoala, capital de los totonacas. Por lo tanto, trasladar allá el ayuntamiento de la Villa Rica de la Veracruz suponía recibir el acuerdo de los lugareños. Entonces, a principios de junio de 1519, Cortés se puso en marcha hacia la capital totonaca. El camino resultó difícil. Pero una vez cruzado el actual río La Antigua, los españoles entraron en “las muy hermosas vegas” de Cempoala. Llegados a unas leguas de la ciudad, los españoles reciben la visita de algunos emisarios que invitan a la tropa a quedarse allá, alegando que su cacique era tan gordo que no podía caminar y no podía salir a recibirlos, pero que los esperaba al día siguiente en su palacio. ¿Trampa? Por prudencia, Cortés mandó seis soldados a reconocer el terreno. Regresaron eufóricos. Confundidos por la blancura de los encalados de yeso, describieron la ciudad como chapada de plata. La entrada de los españoles es un triunfo. 20 notables van a recibirlos con ramilletes de flores y obsequiosas reverencias. Todo el séquito de Cortés recibe un trato suntuoso. El “cacique gordo” avanza pronto hacia Cortés. Por medio de Marina y Aguilar, los dos hombres sostienen una larga conversación. El cacique se confía y deja hablar su corazón. Todo su discurso no es más que recriminaciones, quejas y lamentaciones en contra de la conducta de Moctezuma. México es un nombre odiado y el cacique está listo para establecer cualquier alianza con tal de ver desaparecer el poderío azteca. Por supuesto, Cortés escucha embelesado: la alianza con los totonacas es providencial. El cacique de Cempoala entrega a los españoles los acostumbrados regalos: preciosas plumas, jade, oro, jóvenes mujeres muy bien vestidas. El capitán general le agradece y las hace bautizar. Cortés pone en conocimiento del señor de Cempoala que tiene la intención de asentarse en Quiahuiztlán. Es una manera de establecerse bajo su protección. Colmado de honores, Cortés parte a fundar Veracruz en su nuevo sitio, donde la presencia de recaudadores de impuestos enviados por Moctezuma permitirá cristalizar la alianza de Cortés con los totonacas. [caption id="attachment_542754" align="alignnone" width="565"] Hernán Cortés[/caption]
En los textos aparece una información que, hasta ahora, se ha callado. En su Segunda Carta de Relación, Cortés habla de “la ciudad de Cempoala que yo intitulé Sevilla”. En la lógica de la invención de una Nueva España diseñada por Cortés para complacer al emperador Carlos V, el conquistador les da nombres castellanos a las ciudades mexicanas. Es estrictamente cosmético. Cempoala se quedará siempre con su topónimo náhuatl, “El lugar del veinte”. Pero, tras dicha iniciativa, se pone de relieve algo importante: a la sazón, Sevilla es la ciudad más grande de Europa; cuenta con 45 mil habitantes, quizás un poco más. Al nombrar Cempoala Sevilla, Cortés quiere equiparar su población con lo que conoce de más numeroso. Cabe subrayar que el historiógrafo de Cortés, Francisco López de Gómara, habla de “Cempoala que Cortés llamó Sevilla” y que Díaz del Castillo, presunto autor de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España escribe de manera placentera: “Como no habíamos visto otro tanto bastimento como entonces, pusimos nombre [a] aquel pueblo Villaviciosa y yo le nombraré Sevilla”. A través de ese yo, claramente no escuchamos la voz de Bernal, sino la de Cortés, el único en utilizar dicha denominación. POR CHRISTIAN DUVERGER