Esta es una confesión que muy poca gente conoce: cuando estrenó en cines Matrix Reloaded, ridículamente fui vestido a la premier (según yo, claro) como un personaje de la película (según yo, como Neo): gabardina, pantalón, camisa y lentes negros. Estaba en éxtasis formado para ver la secuela que había cambiado mi perspectiva sobre el cine, la tecnología y hasta de mi incipiente realidad como adolescente.
Matrix fue precisamente un fenómeno cultural para una generación que vivimos el cambio de siglo y la paranoia digital que parecía estar inmersa en cada bocanada de aire que respirábamos hace 20 años entre el Y2K, la incipiente dependencia a internet, el boom de la telefonía móvil y por supuesto, la alerta mediática de los videojuegos como supuesto incitador de violencia juvenil -tópico que tristemente llegó a su cumbre con la masacre en la preparatoria Columbine, días después del estreno del filme-. Fue un documento irrepetible de un tiempo y un espacio específico.
Más allá de su coyuntura temporal, Matrix se transformó en un mito fílmico que tampoco se ha podido emular: una cinta de acción que revolucionó la forma en que se filmaba, escribía y se pensaba una película hollywoodense. Desde aquel marzo de 1999, no ha existido ningún otro blockbuster cuya columna vertebral sean teoremas filosóficos y religiosos sobre la realidad, el libre albedrío y el destino. Los directores, entonces, Larry y Andy Wachowski, vaticinaron un universo que mezclaba Alicia en el País de las Maravillas, Cyberpunk y el dogma teológico del Nuevo Testamento sobre la Santísima Trinidad para narrar la historia sobre un futuro en el cual las máquinas utilizan a los humanos como fuentes de energía y los controlan a través de Matrix, una realidad virtual que la humanidad percibe como la vida diaria.
A un nivel narrativo, hay que ser sinceros: Matrix es convencional con arquetipos y el camino del héroe sumamente definidos: Neo, un huérfano emocional está destinado a liberar a la humanidad, con la ayuda de Morpheus, su mentor, y Trinity, su compañera de aventuras. Cabe resaltar, otro gran acierto del filme: Trinity es un personaje femenino que también fue determinante para el siglo XXI, ella era una guerrera que jamás necesitó a un hombre/héroe para rescatarla.
Los Wachowski reformatearon una historia que habíamos visto en Star Wars, El Mago de Oz o Indiana Jones: en Matrix, el entrenamiento y el sendero que Neo recorre para derrotar a las máquinas está cargado de coreografías de artes marciales que simulaban un ballet de John Woo, y sobre todo, a nivel FX, una toma icónica que cambió al cine de acción: el bullet time que fue parodiada hasta el cansancio.
Hace 20 años nos cuestionó sobre nuestra realidad, también mostró que podemos soñar con con filmes que puedan cambiar la historia.
Matrix, 20 años de la revolución de Hollywood
Matrix fue un documento de un tiempo y espacio específico: la paranoía del mundo digital con el cambio del siglo