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Un careo

AMLO, como siempre, negó las cifras oficiales aportadas por su propio gobierno para responder con las suyas

OPINIÓN

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Este viernes, durante la conferencia mañanera de López Obrador, sucedió lo que ya se había tardado, pero que resultaba inevitable que ocurriese. Un periodista, Jorge Ramos en este caso, enfrentó las cifras ofrecidas por el Presidente sobre violencia en México. Andrés Manuel reaccionó como era previsible, negando las cifras esgrimidas por el periodista que, paradójicamente, había recabado del propio gobierno. AMLO, como siempre, negó las cifras oficiales aportadas por su propio gobierno para responder con las suyas que no son las del gobierno pero sí las del Presidente. Las charlotadas cada vez se superan a sí mismas: si el Banco Mundial y las calificadoras y la Secretaría de Economía y el Banco de México reducen la expectativa de crecimiento económico de México, López Obrador dice lo contrario; si el titular de Obras Públicas afirma que NAIM no se canceló por corrupción, AMLO contesta que por supuesto que sí; si Reforma informa sobre el borrador de la carta que el Presidente y su cónyuge enviaron al rey de España, Andrés Manuel pide que los periodistas denuncien a sus fuentes. Más patética fue la lectura del Presidente sobre las cifras de la violencia. Por supuesto, toda la culpa de la violencia es de los gobiernos anteriores. Nunca ha dicho, ni parece que lo vaya a decir, que, a partir de 2010, con Felipe Calderón como Presidente del Ejecutivo, después de cuatro años de combate al crimen organizado, con miles de muertos, comenzaron a descender significativamente. La negligencia e incompetencia del gobierno de Peña Nieto detonaron una nueva escalada a partir de 2013. Sin embargo, en ninguna de las dos presidencias, se habían visto cifras como las actuales: 8,524 homicidios que, de mantenerse el promedio, será “el año más sangriento de México en la historia moderna”. Frente a los datos, López Obrador expresó: “No estoy diciendo, que quede claro, que está resuelto el problema”. Algo extraño puesto que hace una semana ya terminó con el huachicol y la corrupción. Y matizaba: “Estoy diciendo que hemos mantenido los niveles que existían anteriormente o se revertió la tendencia que traíamos sobre el delito de homicidios. Vamos poco a poco”. La sentencia es curiosa porque las cifras dicen exactamente lo contrario, es decir, que aumentan los homicidios. En todo esto hay algo que incomoda y desmoraliza al ciudadano. Si López Obrador quiere cambiar la constitución, que la cambie; si quiere desaparecer los contrapesos, que lo haga; si desea desmantelar la sociedad civil, “desmantélese”; si quiere expropiar, “exprópiese”. La médula de la 4T es la negación de la realidad. La 4T, por lo que vamos viendo, es un cuento de hadas que exige como requisito indispensable la ficción. Quienes prefieren la realidad, viven un cuento de horror. Lo verdaderamente dramático es que tenemos un Presidente para el que la realidad es prescindible, pero la realidad es imprescindible, incluso, para quienes la ignoran porque siempre termina por imponerse.  

JCAMACHO68@GMAIL.COM JORGE CAMACHO

@CAMACHO_JORGE