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La encrucijada

Las circunstancias actuales parecen decisivas para que o bien desaparezca, o consiga situarse de nuevo como alternativa

OPINIÓN

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El PRI está en una encrucijada. No se juega poco. Desde el año 2000, con la victoria de Vicente Fox, que no fue necesariamente la del Partido Acción Nacional, y a pesar de su regreso a Los Pinos en 2012, el Revolucionario Institucional parece estar a la deriva. A la distancia del tiempo, el triunfo de 2012 se asemeja a un estertor agónico antes que a una revitalización. Felipe Calderón no pudo o no quiso terminar de arrinconar al PRI. Las circunstancias actuales, incómodas y engorrosas, parecen decisivas para que o bien desaparezca definitivamente, o bien consiga situarse de nuevo como alternativa real. La primera opción asoma cada vez con mayor nitidez; inversamente, la segunda se desdibuja. El PRI no sólo debe resolver su pasado inmediato cuyo recuerdo opera como lastre que lo desarma a la hora de generar credibilidad y confianza entre los ciudadanos, sino que también se encuentra desorientado y confundido para ejercer una oposición solvente. Quizás el hecho de no saber qué espacio ocupar como oposición incide en la imposibilidad de deshacerse del pasado. Otro factor más, no menos decisivo, es que Morena reproduce puntualmente las políticas clientelares del PRI que durante años le aseguró manteners en el poder. No es que el PRI advierta en Morena a un adversario, sino que se reconoce en Morena. Es complicado oponerse a uno mismo. En los hechos, el PRIMOR es una realidad, con la posibilidad cada vez más real de que el PRI del MOR vaya deshaciéndose como un azucarillo. Morena amenaza con absorver a un PRI en desbandada. Al fin, son iguales. No se antoja que sea una tragedia el cambio de siglas a cambio de recuperar en medio del clamor popular el protagonismo perdido. Pero, en este caso, el Revolucionario Institucional desaparecerá para siempre o, en el mejor de los casos, quedará como testimonio únicamente de un pasado cancelado sin relevancia en la política nacional. La desorientación y la división que vive al día de hoy este partido podrían ser los multiplicadores para que su descomposición definitiva no requiera de ningún elemento externo. Sin embargo, la posibilidad de que se rehaga, remota en estos momentos, amenazaría las expectativas de Morena de hacerse con el control absoluto de la política nacional. En la coyuntura, López Obrador irrumpe como agente que puede intervenir decisivamente para que el PRI se desbarate. No sería una sorpresa que AMLO decidiera sepultarlo, al fin no deja de ser priista y todo indica que le hubiera gustado encabezar a este partido. Un reparo es que sin el PRI, Morena perdería legitimidad democrática como también todo el sistema político mexicano. Diacrítico. El PRI tiene en sus manos regenerarse a costa de una profunda remodelación para la que quizás encuentre más enemigos que colaboradores, si los intereses personales y de grupo se imponen a los del país y del propio partido. La tentación de Morena parece irresistible para muchos militantes de ese partido.  

jcamacho68@gmail.com

@camacho_jorge