Existe una estrategia tan vieja como el tiempo mismo. O por lo menos en el cine de comedia y específicamente, en la farsa de parejas -tanto románticas como de amistad entre el mismo sexo-: las buddy movies entre personajes opuestos.
El primer ejemplo de dicho estereotipo lo pudimos apreciar en el cine mudo con las producciones de El gordo y el flaco; después, a lo largo de los años, los dúos evolucionaron y se centraron en el cine de acción (teniendo a Paul Newman y Robert Redford o a Gene Wilder y Richard Pryor como rostros emblemáticos): Midnight Sleep, Arma mortal, Rush Hour o 21 Jump Street en años más recientes.
Incluso, una de las franquicias que revolucionaron el cine de animación, Toy Story, también se centra en dos personajes que se odian y terminan convirtiéndose en amigos inseparables.
Aunque estas producciones son blockbusters, algunas veces, muy pocas, su legado no se mide en billetazos, sino en los libros de premiaciones, como fue el caso de Rain Man o Driving Miss Daisy.
Ahora, Green Book reúne los elementos más claros de las parejas-disparejas y se coloca como la poderosa -y única- alternativa para convertirse en el caballo negro de la temporada, respaldado por sus triunfos en Globos de Oro y Sindicato de productores.
Pero más allá de su palmarés, lo que ha colocado en la mira a Green Book, es su historia que es mitad corrección política y mitad comedia de situación.
La trama gira alrededor de un road trip entre un sofisticado músico afroestadounidense, Dr. Shirley, y su chofer racista de un barrio bravo de Nueva York, Tony Lip. A lo largo del viaje, comienzan a desatar sus diferencias: Shirley apenas conoce sobre música popular y deportes; Tony no sabe escribir una carta y su lenguaje está compuesto un 80% por groserías.
Sin embargo, en cada ciudad que visitan se dan cuenta, bajo un contexto de persistente racismo (el filme se sitúa antes de que explote el movimiento de Derechos Civiles) que la educación y la fuerza bruta pasan a un segundo plano.
Ambos personajes se complementan y aunque la amistad es meramente circunstancial, las actuaciones de Viggo Mortensen (la mejor de su carrera) y de Mahershala Ali (el seguro ganador como Actor de Reparto) logran que la historia fluya y navegue naturalmente entre una crítica hacia la situación intolerante del actual Estados Unidos y una comedia familiar.
Y esa combinación es oro puro para la Academia. Y si no pregunten a Forrest Gump.
Por JOSUE CORRO
@JOSEUE_CORRO