Entre prisas y acuerdos inesperados finaliza 2019. A pocos días de terminar este año lleno de turbulencias y dolores de cabeza, se lograron concluir varios procesos de negociaciones que han marcado la agenda internacional durante largos meses.
Para México, una ratificación del acuerdo de libre comercio con Estados Unidos y Canadá fue lo más importante en sus relaciones regionales. El T-MEC mantendrá el comercio exterior como un puntal de crecimiento hacia el futuro. Mientras tanto, en Europa, se experimentó el triunfo de Boris Johnson como Primer Ministro, acelerando la salida del Reino Unido de la Unión Europea.
Aunque en ambos casos tenemos un resultado final conciso que contribuye a disminuir la incertidumbre de los dos lados del Atlántico, el gran perdedor de estos procesos fue la diplomacia tradicional, que en la práctica fue marginalizada en las negociaciones. Por otra parte, los diplomáticos tampoco tuvieron un desempeño destacado en las negociaciones multilaterales, como lo demostró la última cumbre climática COP25, ni contribuyeron a resolver conflictos regionales.
La diplomacia es la práctica que durante décadas fue el modus operandi de un país hacia el exterior y funcionó vigorosamente durante el Siglo XX. Pero hoy este instrumento predilecto de la política exterior ha entrado en una etapa de desmoronamiento veloz, acentuado por el poder de las nuevas tecnologías y por la preferencia de los líderes políticos de comunicarse a través de las redes sociales.
En un mundo donde la realidad internacional está a diario en nuestras casas, la diplomacia tradicional queda relegada al segundo plano por los políticos que necesitan dar respuestas inmediatas a sus ciudadanos. Los diplomáticos tradicionales, caracterizados por siempre ser políticamente correctos, carecer de emociones, apegarse a los protocolos y vivir en una burbuja llamada cuerpo diplomático en el país de acreditación, parecen seres de otra época.
A ello se debe que varios países están reduciendo el número de las misiones diplomáticas, creando puestos de embajadores itinerantes y optando por soluciones no convencionales para reducir los costos del servicio diplomático.
No obstante, marginalizar la diplomacia tradicional tiene también implicaciones, como vimos con el T-MEC. México negoció la revisión del acuerdo que le vincula con Estados Unidos, prescindiendo de su base diplomática y de un cuerpo técnico adecuado. El T-MEC se hizo a punta de tweets, primero; y a base de pasos poco claros desde la parte mexicana, generando en la etapa final un conjunto de malentendidos relacionados con el papel de los agregados laborales.
La diplomacia tradicional con su profesionalismo, conocimiento de las particularidades locales y el arte de la negociación puede ayudar a sacar una negociación difícil, sin crear un caos en el camino. Ahora bien, sin transformarse, ajustándose al nuevo entorno, está práctica desaparecerá como muchas otras profesiones que hemos visto extinguirse a lo largo de la historia.
POR BEATA WOJNA
PROFESORA DE RELACIONES INTERNACIONALES, TECNOLÓGICO DE MONTERREY
@BEATAWOJNA
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