El árbol y sus luces

Dicen que cuando un soldado va a la guerra y regresa, nunca vuelve a ser el mismo. No por el brazo que perdió o las fracturas que recibió en las costillas, sino por las heridas en el corazón. Porque como humanos sentimos todo en ese órgano que nos mantiene vivos: las penas, las alegrías, las ilusiones, las pasiones y los sufrimientos. Entonces, ¿por qué si somos seres de corazón, pareciera como si el mundo careciera de amor?

Imagina en tu mente el árbol de Navidad más extraordinario que pudieras ver en tu vida. Enorme, con un color verde intenso y un fresco aroma a pino. Inmensas esferas colgando de sus ramas y un centenar de luces que lo iluminan. Ahora, imagina ese mismo árbol a la luz de la luna, pero esta vez sin cada una de sus luces. Sigue teniendo el mismo tamaño, las mismas esferas, el mismo color y olor fresco, pero simplemente le falta algo, ese brillo que lo hace especial, esa luz que crea su magia. Ahora piensa, ¿qué sería de nuestro mundo sin corazones? ¿Sin amor?

La responsabilidad que tienen esas luces y el papel que juegan en la esencia del árbol es incalculable. Porque sencillamente, el árbol no es el mismo si éstas se encuentran apagadas. Cuando volteamos a ver un árbol de Navidad, damos por hecho que las luces van a estar ahí, iluminándolo como todos los años. Por esto justamente, no nos damos cuenta de la importancia que tienen y del valor que poseen. Cuando empezamos a ver todos los árboles iguales, nos dejamos de asombrar de la magia que tiene cada uno. No notamos la diferencia de unas luces y de otras.

Así como todas las luces deben iluminar un árbol, todas las personas, sin importar edad o tamaño, tenemos una responsabilidad universal y eterna. Una que recordamos cada diciembre. La del amor. Me refiero a esto como una responsabilidad no porque sea algo que debamos hacer forzosamente, simplemente por tenerlo que hacer, sino porque la responsabilidad es una cualidad del ser humano de corresponder a algo. Y cada persona de este planeta tiene personas a las que corresponder. Tiene también con qué hacerlo, con ese órgano que tenemos del lado izquierdo. Esa parte de nuestro cuerpo que nos permite seguir respirando porque bombea sangre a cada parte de nosotros y que nos mantiene vivos porque es el lugar donde reside nuestro amor.

Una Navidad sin luces no puede ser llamada Navidad. Asímismo, un mundo sin amor y sin corazones, no es un verdadero mundo. Es un espacio volando en el universo, sin significado y sin sentido alguno. Es un lugar donde no existe una persona en el mar y una en el desierto que cuando se encuentran y se ven a los ojos tienen la seguridad de haber sido creados uno para el otro. Un lugar donde no hay dos desconocidos que se sonríen entre ellos y se hacen el día. Un lugar donde no hay calor suficiente para que un abrazo calme una tormenta. Un lugar donde no hay una voz suficientemente alta que se escuche por los que no pueden hablar. Un lugar donde no hay una luz que pueda iluminar las ramas de un solo árbol de Navidad.

Diciembre es un mes especial no porque las calles se llenen de nochebuenas y las casas huelan a clavo y canela, sino porque son cuatro semanas donde te reúnes con las personas que son importantes en tu vida. Donde cierras ciclos y te preparas para abrir nuevos. Es, por lo tanto, también la época para preguntarte si tu corazón se encuentra en uso o sólo está bombeando sangre. Si verdaderamente está cumpliendo su responsabilidad de iluminar el árbol de Navidad.

Ese soldado que fue a la guerra sabe lo que es el amor no por haber luchado con patriotismo por su país, sino porque con la herida que se quedó en su corazón, sabe lo que es vivir con ausencia de amor. Sabe lo que es ver todos los días a la gente a los ojos y percibir miedo y odio. Sabe lo que es perder el significado de la vida y tener al corazón bombeando sangre para siempre y sencillamente seguir respirando en medio del terror.

Ese soldado sabe lo que es el amor porque vivió sin él y aprendió que en la vida no se debe dar nada por hecho, que sabe que existe una diferencia entre un árbol con luces y sin luces, que si quieres tener un árbol de Navidad iluminado, es tu responsabilidad encargarte de ello. Y que si quieres vivir en un mundo con significado y amor, es tu responsabilidad universal y eterna crearlo.

POR MARÍA CRISTINA OLIVARES MIERES
ESTUDIANTE DE PREPARATORIA


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