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Cambio de bando

OPINIÓN

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La política exterior mexicana durante la época de la hegemonía priista se caracterizó por jugar el papel de escudo protector frente al poderío norteamericano, en una especie de moneda de cambio dependiendo el grado de confrontación con el gigante del norte. La relación con la Cuba de Castro, con el FMLN salvadoreño, con los refugiados chilenos del golpismo pinochetista, y con el sandinismo nicaragüense entre otros, se presentaron como diques de contención frente a la diplomacia de la Guerra Fría que exigía lealtades absolutas.

La desaparición del bloque comunista cambió las reglas del juego político internacional para enfrentar nuevos peligros derivados de la aparición del fundamentalismo islámico. En este contexto la diplomacia mexicana dio un giro radical al abandonar la línea de confrontación con los Estados Unidos y manejar una nueva relación basada en la confluencia de intereses comunes que ponían a ambos países en la misma órbita a escala mundial.

Así, frente al surgimiento de regímenes populistas que cuestionaban a la democracia representativa y al libre mercado, sosteniendo el argumento del imperialismo norteamericano como el gran enemigo, Mexico se alineaba junto a los Estados Unidos, abandonando la postura del nacionalismo revolucionario que resultaba obsoleta para ese momento.

 Pero la llegada de Trump al poder con un discurso xenófobo y específicamente antimexicano, revivió el antinorteamericanismo de antaño, y además  rompió con las bases de un libre mercado que habían servido de sustento económico para el cambio de mentalidad a partir de los años 90´s del siglo pasado. La llegada de MORENA y López Obrador al poder en nuestro país, representaron un vuelco al pasado al reinventar el viejo nacionalismo revolucionario y el supuesto principio de no intervención como base de la política exterior.

 Ante la imposibilidad de enfrentarse con los Estados Unidos como en el pasado, el gobierno mexicano aceptó sus condiciones en lo referente a temas de migración y seguridad, pero simultáneamente se incorporó al grupo de países de línea populista antinorteamericana como Cuba, Nicaragua, la Bolivia de Evo, e incluso la propia Venezuela de Maduro, a pesar del rechazo explícito de López Obrador de encabezar ese eje antiimperialista como lo sugirió el propio presidente venezolano.

En todo caso, la política exterior mexicana ha abandonado la estrategia de caminar al lado de los norteamericanos, tanto por la visión miope de Trump que no ve más allá de su propia figura, como por la posición diplomática de AMLO de alinearse con una izquierda latinoamericana más cercana al populismo que a la socialdemocracia moderna.

POR EZRA SHABOT

EZSHABOT@YAHOO.COM.MX 

@EZSHABOT

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