México, país de refugiados

Evo Morales, presionado por el Ejército y la oposición, finalmente renunció a continuar sosteniendo lo que para muchos se había vuelto el ejercicio no democrático de su gobierno. Estas voces denunciaban —creo con toda razón— que había alterado la normatividad en las elecciones presidenciales de octubre pasado en Bolivia.

Antes, impresionantes multitudes de bolivianos tomaron las calles para exigir la renuncia de su presidente, dejando ver cuál era la verdadera voluntad de la población. La propia Organización de Estados Americanos dio a conocer una larga lista de inconsistencias, y señaló que dicha elección no había sido válida.

La voz de México. Argentina, Chile, Perú, Brasil no solo guardaron silencio con respecto al golpe de Estado perpetrado en Bolivia, sino también por cuanto a ofrecer asilo político al primer mandatario de ese país. Es más, solicitaron que el avión presidencial de Bolivia no fuera a surcar por su espacio aéreo.

Mientras que Venezuela y Cuba se debatían si ofrecer o no a Evo Morales asilo, México —país de migrantes y refugiados— sí lo hizo. No es la primera ni será la última ocasión en la que el gobierno de México ofrezca asilo político a quienes son perseguidos en su patria. A los mexicanos nos puede gustar o no recibir a Evo Morales y a parte de su equipo, pero el gobierno mexicano, tan solo cumple con una larga tradición de brazos abiertos.

Argentinos, chilenos, peruanos, hoy venezolanos y hace muchos años españoles tuvieron en México una tierra rica en oportunidades. Llegaron expulsados por sus países y han podido hacer aquí otra vida.

La decisión de Evo. Así, México ha anunciado la decisión de ofrecer asilo a Evo Morales en caso de que él lo desee. Hasta este momento, se sabe que el ex presidente se encuentra en su natal Chimoré (departamento de Cochabamba), y argumenta que no hay razón por la cual tenga que qué irse de su país.

En realidad Evo cayó por su propio error de querer eternizarse en el poder. Su renuncia se debió al fraude cometido y a que los tres líderes de la oposición boliviana de cierta forma acorralaron a Evo para realizarla. Eso, y que ciertamente las fuerzas armadas terminaron por consumar la realidad de un golpe de Estado que no le dejó al primer mandatario más opción que dimitir.

La decisión de Evo también transita en la urgente necesidad de calmar las calles y encontrar a quien gobierne bajo el marco de la democracia, salvaguardando los avances económicos, sociales y evitando una junta militar.

A lo anterior, lograr que los seguidores de Evo acepten todas las inconsistencias de las elecciones señaladas por la OEA, sin olvidar el otro lado de la moneda: lidiar con una oposición polarizada entre un sector moderado (Pumari y Mesa) pero fragmentado contra una extrema derecha que crece y prefiere borrar todo lo referente a Evo, aun lo bueno.

Venezuela, ganar perdiendo. Suena a incongruencia, pero no lo es. Venezuela y otros países latinoamericanos pierden un aliado económico e ideológico, pero ganan una bandera, la del golpe de Estado.

Es posible que Nicolás Maduro utilice lo acontecido en Bolivia para restringir aún más la libertad de expresión en Venezuela. Tristes aires los que convierten la voluntad popular en un atrincheramiento para mantenerse aún más años en el poder.

Marcelo Ebrard, nuestro secretario de Relaciones Exteriores, ayer mismo durante la mañanera aplicaba ya un doble rasero. Si bien —considero— está en lo correcto de denunciar el golpe de Estado en Bolivia (sin por ello dejar de reconocer que hubieron prácticas antidemocráticas de parte del gobierno de Evo Morales), se equivoca en decir que también se justificaba el silencio de México al no reconocer a Juan Guaidó en Venezuela hace unos meses.

Olvida que la Asamblea Popular venezolana, por las vías democráticas e institucionales, eligió y reconoció a Guaidó como nuevo presidente y que fue Maduro quien en ese entonces disolvió al poder legislativo y se ha perpetuado en el poder.

POR VERÓNICA MALO GUZMÁN

VERONICAMALOGUZMAN@GMAIL.COM 

@MALOGUZMANVERO

eadp