Con la renovación del Poder Judicial de la Federación que está ocurriendo en el arranque de la Cuarta Transformación con la elección del ministro Luis González Alcántara Carrancá, del nuevo presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea y que seguirá con el relevo de Margarita Luna Ramos, se está repitiendo el fenómeno de la hipnosis colectiva que ocurre cada seis años con la elección del nuevo gobierno, en donde la población espera, ilusionada, que se ponga un alto a la violencia, que se reduzca la brecha de la desigualdad, que se acote la pobreza, que se ponga fin a la corrupción, principalmente. Y en materia de impartición de justicia, que se cumpla la ley, nada más que se cumpla. Que prevalezca el Estado de derecho, y no de chueco, como dice Andrés Manuel López Obrador.
En sendos mensajes, González Alcántara y Zaldívar externaron su preocupación por la deteriorada imagen del máximo tribunal de justicia del país -provocada por la actuación de jueces, magistrados, ministerios públicos y algunos ministros que han estado al servicio de otras causas. Y se comprometieron a trabajar duramente para corregir lo que están haciendo mal para poder modificar su actitud y dar una respuesta pronta y satisfactoria a todos los ciudadanos. ¿Dónde hemos escuchado palabras similares, dónde…? Apuntan los escépticos. Y otras como las siguientes, expresadas por don Luis:
“Pensar en la justicia en el siglo XXI, implica pensar en las nuevas crisis económicas y políticas que nos asechan; un estado social que retrocede, en el que el desempleo crece, los ancianos quedan desatendidos, los jóvenes no encuentran su lugar, la pobreza se extiende y la vida pública se degrada, nos obliga a repensar en las promesas constitucionales que necesitan ya materializarse…”
Compartió la preocupación por los niveles de pobreza; por la brecha de la desigualdad y expresó su profunda convicción de que México no debe de vivir como un estado de guerra. “El derecho penal de nuestra patria se ha convertido en un derecho penal del enemigo”, señaló.
Reconoció, desde esa posición, a un país de mexicanas y mexicanos de todas las geografías y condiciones que en este momento viven, en carne propia, el dolor por la violencia que se manifiesta de todas las formas habidas y por haber, en la pobreza, el desplazamiento, la exclusión, en la violencia de género, donde el feminicidio se normaliza día con día, en donde la desaparición y la criminalización, y la explotación infantil convierten a las víctimas en actores centrales ocupando la exigencia en una constante búsqueda de justicia, misma que me convoca y misma que me compromete. “Hoy los mexicanos estamos viviendo una etapa de cambios importantes en nuestro país, cambios que obedecen a un mandato ciudadano que reclama, pero exige también, una justicia cercana, integral, transparente en la que prevalezca el respeto irrestricto de los derechos humanos y de la dignidad de las personas...” Y bla, bla, bla.
¿Tú confías en la nueva Corte? Preguntan los ciudadanos. Nosotros tampoco, responden ellos mismos.
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