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Lucha terapia

OPINIÓN

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La dinámica de la lucha libre desde su origen es el entretenimiento de las grandes masas. En la época de los griegos, los encuentros entre gladiadores se convirtieron en el espectáculo que aparte del poder que le generó a los protagonistas, los espectadores de todas las escalas sociales se unían desde esos tiempos hasta nuestros días en una catarsis. El público es testigo de cómo su energía y su estado de ánimo se transforma. La tensión, el desánimo, e inclusive, el enojo no sólo desaparecen, sino que se transforman en euforia que apoya al personaje con el que se siente identificado. Es así como esta lucha controlada por reglas rompe con las creencias y las limitaciones de los espectadores que en el anonimato se unifican dándose entre sí el permiso de detonar las expresiones más soeces, su sentir acumulado de una cotidianidad que desde el origen de la sociedad ha funcionado para liberar las cargas de la vida misma. Sociólogos, psicoanalistas y psiquiatras llegan a un consenso, es una terapia que nadie se puede perder, es asistir a una función de lucha libre espejo de la pugna entre la maldad y el bien, no sólo ejemplificado entre rudos y técnicos, sino en el desprendimiento del estrés, transformado en disfrute y alegría. La lucha libre transforma la máscara de tensión por la de gozo, por alegría, y en muchos casos, inspiración. Es así que la terapia llega al disfrutar el deporte espectáculo, que con el paso del tiempo es parte ya de la identidad de México, sin duda, por la pasión de todos los que forman parte de este mágico mundo.