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La representación en balón dorado

El futbol y el mundo se abren a la otredad y a la idea de que no es sólo un modelo de persona aquel que protagoniza las historias de éxito

OPINIÓN

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Poco duró el matrimonio entre la FIFA y la revista francesa France Football. Luego de que bajo el ojo ambicioso de Joseph Blatter, el máximo organismo del futbol mundial y una de las revistas de mayor prestigio decidieran homologar sus premios a la individualidad más destacada en el juego de conjunto más popular del orbe, nuevamente se han separado para otorgar cada cual su galardón. La publicación gala llevaba premiando al mejor futbolista del planeta desde 1956, cuando Stanley Matthews lo recibiera por primera vez. La FIFA, por su parte, comenzó a otorgar su premio desde 1991, aunque fue hasta 10 años más tarde que a alguien se le ocurrió sugerir que tal vez sería buena idea premiar a la otra mitad del mundo que también sabe —y muy bien— patear una pelota. No obstante, esto sonaba más a un intento de la FIFA por mantener su imagen pulcra, más que por una verdadera convicción de darle un lugar al futbol femenil. Mia Hamm fue la primera en obtener el premio. Luego de haber incluido la votación de seleccionadores nacionales y capitanes de las mismas, dentro del comité conformado previamente de manera exclusiva por periodistas, en 2016 vino el divorcio entre la FIFA y France Football y con ello también el futbol mundial regresó a tener dos entregas de premios: The Best (FIFA) y Ballon d’Or (France Football). La novedad anunciada este año es que la publicación premiará finalmente (¡EN 2018!) a la mejor futbolista del orbe. No es una novedad que la revista francesa esté poco abierta al mundo y al cambio, pero resulta complicado darle la justa dimensión a esta noticia. ¿Por qué? Porque por un lado resulta casi ridículo que después de tanto tiempo finalmente hayan decidido ceder en una mínima parte de su eurocentrista (hasta 1995, el premio estaba destinado a jugadores nacidos en Europa y que jugaran en alguna liga del continente) y masculina necedad, aunque por el otro es un avance enorme en cuanto a la representación, equidad y justicia respecto del futbol femenil se refiere. Existe algo en el poder de la representación que nos hace sentir que en nuestro horizonte se encuentra —o podría encontrarse— la posibilidad de que nuestros actos, esfuerzos y decisiones nos lleven al punto de llegar a lo que estamos viendo frente a nosotros. Es una manera de decirnos que existimos, que aquellas personas que son como nosotros están ahí: triunfan o fallan, pero viven y laten. Están ahí y las podemos ver. Poco a poco el futbol, al igual que el mundo, se abre a la otredad y a la idea de que no es únicamente un modelo de persona aquel que protagoniza las historias de éxito. Que el nuevo Balón de Oro nos ayude a recordarlo en todas las esferas.

Por MARION REIMERS

@LAREIMERS