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La mano de Dios II

dentro del mismo espacio vital habitan aquel futbolista fuera de serie y un hombre enfermo. cara y contracara

OPINIÓN

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Los Dorados de Sinaloa derrotaron 4-1 a los Cafetaleros (no Cafeteros) de Tapachula en la presentación de Diego Armando Maradona al frente del Gran Pez. El 10 festejó los goles con la mirada desorbitada. Sus ojos se perdían en el infinito. Fanatizado y ausente, Diego alzaba la mirada al cielo como buscando un relámpago monumental que lo llevara a La Bombonera de su Boca querido. ¿Recuerdos vagos de épocas más amables? Maradona aterrizó en Culiacán y milagrosamente se enamoró de su equipo y afición. La parafernalia mediática fue excesiva. Periodísticamente se entiende e incluso justifica el inusitado despliegue de recursos de diversos medios de comunicación. Pero hay límites. Los años gloriosos de Maradona terminaron en 1994, durante el Mundial de Estados Unidos, cuando la FIFA le echó el ojo al finalizar el partido contra Grecia. El crack originario de Lanús (Buenos Aires) dio positivo por nandrolona y terminó su carrera. “Me cortaron las piernas”, sentenció. En realidad, se las cortó él mismo. Dos enfermedades dañaron la psique maradoniana: el futbol y la adicción a las drogas. A la sombra de la dictadura castrista en Cuba (donde supuestamente habría de desintoxicarse), El Pelusa tocó fondo. Circularon fotografías patéticas en las que saturado de cocaína se alejaba del mundo, o bien, alguna otra teniendo sexo con una prostituta en la clínica de rehabilitación. En todas, un hombre obeso que fue dios y tocó el cielo, se regodeaba en su mísera desgracia. Una vez que se ha establecido la adicción no hay marcha atrás. El enfermo lo será hasta el día que muera, aunque pueda alejarse para siempre de las sustancias que lo intoxican. Y fue entonces que Maradona se devoró a Diego Armando. Como técnico, nada (o casi nada). Su mayor logro fue dirigir a Argentina en Sudáfrica 2010, donde avanzó a Octavos derrotando a una impresentable Selección Mexicana, para luego ser vapuleado por la poderosa Alemania. La vida del que es para muchos el mejor jugador argentino de la historia da para cientos de libros. Es, por antonomasia, un ente literario. Ya sea por lo colorido y genial, tanto como por lo sórdido y abyecto. Inadvertido no pasa. El “Diego de la gente” recaló en una plaza bellísima, pero sumamente complicada dados sus antecedentes. Apenas el sábado anterior, Dorados cayó 1-0 en la cancha de los Alebrijes, y ya se enteró el argentino que la cosa no es tan sencilla como parece. Por lo pronto, increpó a los árbitros terminado el partido y amenazó con dar parte a la FIFA por lo que consideró un arbitraje tendencioso. ¡Vaya personaje! Diego deambula en un eterno síndrome de abstinencia. Se nota en su complicación al caminar, al tratar de ligar frases. Deseo que su adicción a la cocaína haya sido controlada, aunque las secuelas sean evidentes, y teniendo en cuenta, siempre, que los paliativos no curan enfermedades.

Por JORGE MURRIETA

@JORATLA