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La marea del cambio baja y sube

El tenis vuelve a la discriminación e imposición de normas NO ESCRITAS provenientes de una cultura Patriarcal

OPINIÓN

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El deporte como un reflejo de la sociedad. Tal vez uno de los ejes de análisis más extensos y menos explorados por investigadores, periodistas y aficionados. Queremos creer que los avances en diversas áreas, particularmente en el deporte, se establecen como reglas inquebrantables e irrefutables cuando en realidad se manifiestan de manera poco lineal, como las olas que por momentos tocan una mayor parte de la arena para luego replegarse y después volver sobre el terreno previamente humedecido. Sin embargo, cuando hablamos de los derechos de las personas y el trato igualitario, así como la práctica constante del respeto y la ausencia de privilegios para algunos, no podemos pretender que esto vaya y venga como la marea, sino que exista una curva de crecimiento constante. El tenis es uno de los deportes en los que la participación de las mujeres ha sido constante, longevo y exitoso en cuanto al alcance de la paridad se refiere. El complejo en el que se disputa el Abierto de Estados Unidos de tenis se llama Billie Jean King, en honor a la tenista estadounidense, una de las primeras mujeres en romper con las reglas impuestas por el sistema machista que imperaba en el deporte blanco. Exigiendo paga igualitaria en los premios y siendo rechazada por quienes manejaban el circuito, decidió rebelarse y crear su propia asociación. Más adelante disputó la Batalla de los Sexos, un duelo simbólico frente a Bobby Riggs, una reivindicación innecesaria en teoría, pero importante en la práctica. En ese mismo complejo, vuelve a ser protagonista la discriminación e imposición de normas no escritas provenientes de una cultura patriarcal que trasciende el deporte, convirtiendo a este únicamente en un reflejo de su entorno. La tenista francesa Alizé Cornet se dio cuenta que portaba su camiseta al revés y decidió quitársela, y cambiarla de frente durante su primer partido. Fue amonestada por el juez de silla por exhibicionismo. Para quienes aseguran que su castigo no hubiese existido de haberse cambiado en la banca, como la han hecho en un sinnúmero de ocasiones sus contrapartes masculinas, es importante explicarles que entonces por reglamento el juez debió de haberla amonestado por demorar el duelo o cambiarse la camiseta en un momento o lugar inadecuado de la cancha. Sin embargo, se inclinó por esa postura tan común, inadecuada y machista, que pretende juzgar a las mujeres por exhibicionistas cuando las reglas inventadas —por ellos— para cubrir nuestros cuerpos son absolutamente dispares en cuanto a un género y a otro se refiere. Y así el fantasma de Bobby Riggs, la batalla de los sexos y esos murmullos que rodeaban al tenis femenino han vuelto, como la arena que se ha vuelto a secar gracias a que el mar ha dejado de tocar con sus sutiles olas algunos sectores de la playa. Que suba la marea, y que lo haga rápido.