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Doble contrato doble vergüenza

Sería interesante llevar a los dueños a reflexionar sobre el daño que le hacen al negocio con sus prácticas

OPINIÓN

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Fidel Kuri es un personaje que a través de sus propias palabras y actos ha puesto su credibilidad en entredicho en más de una ocasión. Es probablemente uno de los personajes más funestos del futbol mexicano y una desgracia para la política nacional. Es por este motivo que resulta tal vez tan desafortunado que luego de sus declaraciones en torno a la existencia de dobles contratos en el futbol nacional, el medio, los aficionados y la prensa, no hayan mostrado más sorpresa. ¿Por qué? Porque esta situación es un secreto a voces desde hace mucho tiempo. No es el primero en hablar al respecto y seguramente no será el último en hacerlo. Desde la Federación y la Liga aseguran que no saben de la existencia de dobles contratos firmados por futbolistas o entrenadores, o tal vez pretenden no saberlo. De ser así, es entonces momento para que los federativos y dirigentes muevan sus hilos y comiencen una seria investigación en torno a una práctica que no únicamente es injusta, sino ilegal. Está claro que quienes detentan el poder y el capital en cualquier área —los patrones— siempre buscarán privilegiar su negocio y beneficio propio antes que aquel del común, o al menos eso es lo que siglos de capitalismo nos han enseñado. Es por ello que con el paso de los años se han establecido leyes laborales y reglas muy claras que deben seguirse a fin de respetar a las personas que con su trabajo hacen crecer a tan enormes industrias. Sí, muchos futbolistas ganan millones y son objeto de crítica de ciertos sectores al no representar, de acuerdo con estas voces, en su labor un motivo suficiente para semejantes cantidades. Sin embargo, existen otras y otros que no figuran en el foco del ojo público o las grandes esferas del futbol. Su trabajo y la regulación del mismo, no obstante, valen lo mismo. El trasfondo de estos malos manejos tiene que ver con el abuso de parte de quienes manejan el mercado y tienen en sus manos el poder de dejar sin trabajo a su contraparte, no con lo que ganan. Sería interesante también llevar a los poderosos a reflexionar en torno a su privilegio y al enorme daño que le hacen a su propio negocio con prácticas oscuras como éstas, que puedan empatizar con sus empleados que ante una situación de esta naturaleza muchas veces son impotentes, aunque también parte de la corrupción. Sin embargo esto último suena a un sueño lejano, por lo que mientras esperamos a que se cristalice, es nuestra labor promover que las leyes se cumplan, que la asociación de futbolistas pegue un golpe sobre la mesa y se convierta en un sindicato y los futbolistas dejen de ser temerosos partícipes de un círculo vicioso en el que alguna vez esperan llegar a donde hoy se encuentra su opresor, mismo que en algunos casos también hace unos ayeres fue futbolista. Qué vergüenza.