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MÉXICO

OPINIÓN

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El 19 de septiembre del año pasado dejó una marca en el corazón de México.

Crecí en una generación acostumbrada a realizar simulacros frecuentes en la escuela intentando prevenir terremotos que para nosotros sólo habitaban en el pasado, en la memoria de esos adultos que los vivieron.

Lo que se quedó en los almanaques, pero en los corazones la sensación de que toda una generación conectamos con aquella empatía que desconocíamos con esa identidad que pintó tricolor nuestra respiración y nos hizo entender qué significa ser mexicanos. Recuerdo caminar por la Condesa y observar los huecos que dejó la demolición de edificios enteros aunado al respeto que nos tomamos los unos a los otros por sabernos capaces de reaccionar y dar los unos por los otros.

Pensé que esta herida dolorosa había dejado una cicatriz que resultaba hermosa porque era nuestro recordatorio de humanidad y de identidad.

El año comenzó retacando las calles de publicidad política que a su paso destruyó cualquier atisbo de unidad y tolerancia.

Más allá de los candidatos la radicalidad en las reacciones y la forma intolerante y violenta de comunicarse se volvió la media.

Cada debate inundó de “humor” las redes y de desesperanza la opinión pública.

A esto le siguió el Mundial, con este ánimo inicial y este intento de recordarnos en unidad.  Al primer triunfo se pintó todo de verde, de esa fiesta irracional que me ha parecido siempre tan poco sostenible. Se escucha el estruendoso grito de “Goool” y “Cielito lindo” en ese afán tan mexicano de celebrarnos, pero resulta hueco e incierto. Tenemos una fuerza tal para dar brincos emocionales que desearía fueran menos viscerales y estuvieran mejor fundamentados.

A la par de imágenes futboleras que nos llenan de orgullo aparecen mexicanos quemando banderas del equipo opuesto y haciendo gala de las consecuencias de la enorme fiesta que parece evadir la realidad, la nuestra... la de raíz.

Tenemos una cita con nuestro destino que va mucho mas allá de quejarnos o reírnos en redes sociales, de la competencia que se vive dentro y fuera de la cancha, de comprar una chamarra con la leyenda: “Mexico is the shit” para subirla a las redes sociales. Estoy segura que lo que debemos cuidar no es la elocuencia de los candidatos en debates y eventos oficiales, sino las acciones y reacciones diarias que tenemos como comunidad, porque sólo desde la consciencia individual podríamos generar una real identidad nacional.

“Nosotros somos México”, es una frase ya desgastada que en realidad lo dice todo, para no esperar de las acciones de uno, por poderoso que sea el engrandecimiento o decadencia de un país que es totalmente NUESTRO. Que nadie nos lo puede quitar pero el día a día nos lo podría devolver.

Para que el sentimiento de orgullo nacional no venga de la celebración de lo efímero sino del entendido de que somos la nación que generamos diariamente.