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No ayudas

OPINIÓN

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  Así, nos sentaron frente a pantallas de cine, de tele y libros repletos de mujeres en desgracia esperando ser rescatadas. Está metido en lo más profundo de nuestro ser, aún cuando pensamos estar exentas de una norma tradicional. Se educa mucho en la calle, en la norma. A su manera demasiadas mujeres buscan a su príncipe azul o, mucho peor... sólo lo esperan. Y la verdad es que en demasiadas ocasiones no es una “necesidad” personal, sino meramente social. —La gente me trata diferente con pareja que sin ella— afirma una compañera de trabajo y coincido completamente, la gente desconfía de las mujeres solteras, aún peor si son independientes, son como un bicho extraño y bastante maligno que pudiera ser causante del desequilibrio de todo. Peor cuando las solteras son tratadas con condescendencia, porque entones la falsa empatía las coloca en un lugar infantil de desprotección que se inventan a los que su condición incomoda. Todos tenemos a esa tía con la vida nada perfecta, y la relación decadente sintiéndose preocupadísima por la prima a la que no le va nada mal, pero no tiene pareja. Entonces se pone la capa de “súper cupido” y decide presentarle a un montón de perdedores que supone necesita en su vida porque... #soltera. La otra faceta para encararlas es desde el miedo, las convierten en femme fatales sicarias a sueldo, villanas que bien podrían aparecer haciéndole la vida imposible a James Bond destruyendo mientras tanto la “unión familiar”. Es decir: se les teme y se les juzga. Se puede llegar a pensar que se prefiere una pareja, la que fuera, sólo para tener ese respeto y tranquilidad de la manada, para que no pregunten ni traten de “ayudar”. Pero debe ser todo lo contrario, cada soltera, cada mujer independiente, cada camino que apunta a la individualidad debe mantenerse libre en convicción y fuerte en ejemplo. Ninguna sabe la cantidad de inspiración que surge de posturas honestas y valientes. Estamos para abrir caminos, no para cerrarlos, la experiencia de una se convierte en la guía de tantas. Recuerdo llegar a esa fiesta sola, las miradas, los comentarios, lo que yo sentía y lo fuerte que me hizo y aplaudo cada camino esperando seamos nosotras las que decidamos sin pedir direcciones. Para que cada tía, vecina, abuela, amiga, compañera de trabajo se vuelva cómplice y entendamos que, en una relación o fuera de ella, los pasos los damos solas y en eso radica la grandeza del recorrido.