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Enrique Muñoz: El debate

OPINIÓN

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A pesar de que como ocurre en estos casos todos los candidatos se dicen ganadores absolutos (no podrían decir otra cosa), la verdad es que tras el primer debate de presidenciables que fue visto por más de 13 millones según Nielsen Social Content, hay ganadores y perdedores. Ricardo Anaya me pareció el único contendiente de la noche con posibilidades de lograr avanzar en las encuestas y consolidarse así como segundo en la contienda tras mostrarse elocuente y preparado en su ataque incesante contra Andrés Manuel López Obrador que fue su blanco natural por ser el que todavía conserva un sólido primer lugar de las preferencias. Anaya sabe bien quién es su objetivo y va por AMLO. José Antonio Meade con su fama de honesto, respondió con prontitud y aparente claridad a los cuestionamientos a que fue sometido sobre todo por los moderadores, pero sus argumentos no le alcanzaron para defender lo indefendible: Odebrecht, la Estafa Maestra, los desvíos multimillonarios, los impresentables Duarte de Chihuahua y Veracruz, Borge, Yarrington y demás trapacerías del PRI, por decir lo menos, no lo dejarán pasar del tercer puesto. Es demasiado en contra. Margarita se vio sobreactuada, nerviosa, preparada, pero en ocasiones hasta atropellada en su intención de convencer. Lamentablemente en un país machista una mujer para la máxima magistratura no convence con facilidad y la sombra de su marido le pesa porque para muchos, me parece sin razón, Felipe Calderón es uno de los grandes responsables de la tragedia de este país. Con sus dichos y gracejadas involuntarias el que salvó del aburrimiento la noche fue El Bronco. Además de su misoginia con lo de “las niñas gordas que nadie quiere” y su cariño por el matrimonio que lo ha llevado tres veces al altar, la perla fue aquello de mocharle la mano a los ladrones, a los corruptos, propuesta que defendió a capa y espada todavía al salir del Palacio de Minería y que antes del término del debate ya había provocado varios memes hilarantes, sin mencionar las severas críticas que le arrimó la clase política. Seguirá siendo el candidato del folclor, pero hasta ahí. Finalmente, de Andrés Manuel López Obrador hay que decir que no ganó el debate; su lenguaje no verbal fue de molestia, de hastío en el podio donde nunca se sintió bien. Los suyos saben que mantiene una amplia ventaja y por eso le han recomendado no engancharse y menos cuando es por demás conocida su lentitud de reacción. Sin embargo, tantos derechazos sin respuesta pueden mermar su imagen entre los indecisos y restarle puntos en las próximas encuestas. Cobijado entre los suyos todo es vivas y nadie le cuestiona nada, pero frente a sus adversarios deberá prepararse para defenderse y atacar ya que la comodidad de no hacerlo “porque va muy arriba”, podría descarrilar su camino no a Los Pinos, sino a Palacio Nacional donde asegura que vivirá como presidente, sobre todo porque tiene muchos puntos débiles como la amnistía a criminales, su oposición férrea al Nuevo Aeropuerto, los departamentos no declarados o ese ejército de impresentables que le acompañan, algunos hasta con órdenes de aprehensión vigentes.