Las campañas electorales federales comenzaron el 30 de marzo, su duración será de 90 días y concluirán el 27 de junio. Los cargos en disputa en el ámbito federal son: Presidente de la República y miembros del H. Congreso de la Unión: es decir, diputados y senadores.
También se elegirán gobernadores en nueve estados: Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz, Yucatán y la Ciudad de México; de los anteriores, sólo en Veracruz no se elegirán ayuntamientos, en los demás, la renovación del poder político es total.
Podrán votar más de 89 millones de mexicanos, los mayores de 18 años que hayan solicitado su ingreso al padrón electoral y cuenten con la credencial de elector estarán dados de alta en la lista nominal, requisito indispensable para emitir su voto.
La elección representa un gasto extraordinario de elementos económicos, técnicos y humanos. Este año el INE recibe 24 mil 215 millones de pesos según el Presupuesto de Egresos 2018, lo que representa un incremento del 34.11% en relación con la elección federal del año 2012.
En cuanto a los partidos políticos nacionales, recibirán este año 6 mil 702 millones de pesos; en términos reales representa un incremento de mil 603 millones de pesos más que en la elección del 2012.
Durante los 90 días de campaña se transmitirán 22.9 millones de spots de candidatos de partidos políticos e independientes. Ésta es sin duda, la elección más cara en la historia de México; algunos aseguran que es un gasto “comprensible” en una democracia como la nuestra, aún en desarrollo, joven, inmadura, que por algún motivo no termina de cuajar.
Sólo se podrá considerar que el gasto de esta elección sirvió para algo si con ello tendremos mejores y más capacitados gobernantes, si los problemas nacionales encuentran solución en el próximo gobierno o si se modifican sustancialmente los escenarios electorales en los siguientes tres meses. Aunque los dos primeros supuestos no son un resultado directo ni de las campañas electorales ni de la democracia, siempre vale la pena seguir aspirando a que las cosas cambien para mejorar.
Cuando menciono que el gasto de la elección valdrá la pena si se modifica el escenario electoral actual, es porque esa es la finalidad de una campaña, conocer a los candidatos y después elegir. En la elección para presidente las tendencias son claras: AMLO, primero; Anaya, segundo; Meade, tercero; Margarita, cuarto; estos son los lugares que en las encuestas, hoy día, ocupan los candidatos presidenciales, con apenas tres días de iniciadas las campañas. Si estas tendencias se convierten en resultados el día de la elección ¿de qué habrán servido las campañas?
La respuesta puede ser: sólo para legitimar los resultados. Pero en realidad una campaña debe ser para contrastar ideas y proyectos, para presentar al electorado propuestas concretas y la forma en como habrán de realizarse.
Si la campaña sirve de algo, el electorado por fin conocerá el verdadero rostro de los candidatos y elegirá en consecuencia. El primer lugar se despegará de sus competidores o perderá su ventaja; si las cosas siguen igual que ahora, la campaña sólo será un hecho anecdótico de algo que ya estaba decidido, y su gasto, bastante cuestionable.
POR HÉCTOR SERRANO AZAMAR, consultor político del PRD